sábado, 26 de enero de 2013

El electricista se portó muy bien

Quiero relatar lo que me pasó hace algunos meses. Mi esposa había viajado por unos días y quedé solo en casa. Para sorprenderla decidí hacer arreglos. Se me ocurrió un poco de decoración, cambiar lámparas en todos los ambientes y cortinados en el dormitorio.

Por las lámparas fui a una casa de iluminación para pedir asesoramiento y compré plafones sobrios pero modernos y no tan caros. 

En esa misma casa pregunté sobre la posibilidad de que conseguir alguien para que haga la correspondiente instalación. El mismo vendedor me puso en contacto con un instalados y acordamos el día en que podría venir a trabajar para poder estar yo y supervisar todo. 

Se trataba de un hombre relativamente joven de trato muy cordial. 

El día acordado llegó puntualmente, vestido con impecable ropa de trabajo ropa de trabajo. Era un día muy caluroso su pantalón era gris clarito muy delgado y camisa del mismo color, abierta hasta cerca del ombligo. 

Se veía un pecho cubierto de pelos abundantes y negros.


Tenía que colocar varias lámparas porque ya que el departamento tiene cuatro ambientes y, por eso, necesitaría todo un día y esperaba un ayudante que nunca llegó. 

Esto lo puso muy mal y yo que tenía cierta urgencia de ver todo terminado, me ofrecí, lo cual él aceptó. Y nos pusimos manos a la obra.

Comenzó sacando todos los plafones viejos siempre subido en una escalerita de solo cuatro peldaños, eso hacia el trabajo muy difícil.

Yo colaboraba teniendo la escalera y alcanzándole todo lo que necesitaba. Como él estaba siempre arriba de la escalera y yo sosteniendo la misma muchas veces quedé ubicado delante de él pero a una altura por demás privilegiada. Delante de él, cuando levantaba las manos para trabajar en las lámparas se inclinaba hacia delante de modo que mi cara quedaba justo frente a su bragueta. Tenía un panorama envidiable. Sin querer me empecé a calentar cada vez más.

Era un hombre de 40 años de 1.70 de alto como yo, delgado pero con muy buenas formas, sus nalgas llenaban muy bien los pantalones igualmente sus muslos. Yo no me perdía detalles de sus movimientos y sin querer le miraba el paquete que tenía casi todo el tiempo delante de mi cara. Mis ratones estaban a mil.


"Accidentalmente" muchas veces apoyé mi cara en su bulto y él, como estaba muy ocupado, no decía nada. 

Al medio día hicimos un alto y nos dispusimos a comer algo que yo ya tenía preparado, pizza con cervezas.

El fue al baño se tomó un buen rato y volvió muy limpio a comer. 

Mientras hacíamos desaparecer la pizza hablamos de muchas cosas. Entre otras cosas me contó que no tiene hijos y que no está muy bien con la esposa. Dijo que ella lo está dejando. Lo dejé hablar un poco. Seguimos comiendo la pizza y tomando la cerveza. Hablamos de sexo. Le pregunté si andaba saliendo con alguna otra mina y me contestó que no, por ahora. Entones le digo "cómo se arregla con el sexo" y me dijo: "cómo se pueda".

Nos reímos y luego nos pusimos de vuelta a trabajar. Yo estaba muy excitado y me di cuenta que él también. 

Varias veces se llevaba la mano a la entrepierna y se acomodaba el bulto. Yo seguía con mi cara cerca de su entrepierna a propósito me pedía cosas para que yo me acercara.

Noté que tenía su cierre un poco bajado y el bulto estaba más grande y más duro. 

Yo seguí el juego y cuando le sostenía la escalera apoyaba mi cara a propósito y sentía su dureza. Y hasta olía el sexo. Se habías desabrochado la camisa. Por lo tanto tenía su abdomen bien trabajado delante mío.

Su pija estaba hacia arriba y parecía que quería salir. En un momento de esos apoyé la boca y él gimió y apoyó su pija en mi boca directamente. 

Le dije ¿porqué no bajás un ratito así descansamos? y dijo creo que va a ser mejor hace mucho calor acá. 

Bajó se sentó en un sillón grande y me miro. Me dijo creo que tenemos que hacer algo con esto y se tocó la pija. 

Yo me acerqué le bajé el cierre del todo y saqué ese pedazo grueso y escultural que me enloqueció. Grueso, largo y muy duro. Me lo llevé a la boca y se la chupé todo lo que pude, no entraba toda en mi boca. 

Terminé de bajarle el pantalón y lamí sus bolas muy peludas y el culo. El se dejaba, estaba muy claro que disfrutaba todo y me decía: ¡cuanto hace que no me hacen esto! Qué bien la chupas, me estas volviendo loco. 

Me dijo ¿te dejás coger? Y yo le dije "probemos".Después él me bajó el pantalón y me buscó la cola y me dió una chupada espectacular. 

Metió un dedo y yo le facilité el trabajo y seguí chupándolo todo. Después fueron dos dedos y luego tres. Ahí me dolió porque sus manos eran muy grandes y sus dedos muy gruesos.

Me dijo, ¿querés que te le ponga ahora? yo le dije, sí, pero despacio. Y así lo hizo con cuidado pero hasta que entró toda. Yo boca abajo en la alfombra, gozando como loco. No podía creer lo que me estaba pasando, parecía un sueño erótico. Después me dio vuelta y patas al hombro siguió entrando y saliendo. 

Veía su cara, su sonrisa de placer Sostenía mis piernas con fuerza y entraba y salía a un ritmo divino. Sentía todo el peso de cintura en mi culo y golpeaba en cada embestida. Me miraba. Acercó su boca a la mía y me dio un beso recorriendo mi boca con su lengua y así se mantuvo hasta que acabó. Yo aproveché para masturbarme y acabé con su pija todavía dura dentro de mí. 

Después sacó la pija con suavidad se recostó a mi lado. Me dijo que esta era la primera vez que llegaba tan lejos con un tipo. Otras veces jugó un poco con un compañero de trabajo y que algunas veces le chuparon la pija, pero esto le gustó mucho.

Yo rogaba volverlo a ver. Pero lamentablemente no pudo ser ya que dejó de trabajar en la empresa que lo mandó y perdí el contacto. 

Las lámparas quedaron muy bien, y yo ¡también!.


Con el Cerrajero


Primero que nada me presento: soy Cristian, tengo 16 años, pero desde los 13, he tenido relaciones sexuales con amigos, o gente que conocía en algún Chat, soy moreno, pelo negro, de cuerpo normal, no feo, pero tampoco el ser más guapo del universo, mido como 1 70. Bueno en fin, esto me pasó en realidad, aunque cuando lo recuerdo se me hace imposible.

A la semana de cumplir 16 me asaltaron en el metro, y luego llego a mi casa para descubrí lo peor, se habían metido a robar, imagínense todo eso en un mismo día. Yo vivo solo con mi madre, y fuimos a buscar a un cerrajero para que cambiara las chapas. Julián es un tipo de unos 26 años, alto, moreno de un cuerpo que me deja babeando, muy peludo y un paquete hermoso, grueso y como de unos 20 cm. aprox.

Yo ya lo conocía de otras veces que había tenido que cambiar chapas en mi casa, en fin, estuvo cambiando las chapas y rompiendo candados de los cuales se habían llevado llaves, pero se nos olvidó mencionar uno.

Total esto fue el viernes, y el lunes mi madre me pidió que lo llamara y que le pidiera que fuera a romper el candado que había faltado. Acabó rompiendo otra cosa, pero eso es adelantarme. Lo llamé y me dijo que claro que no había problema que venia para acá, mi madre trabaja y llega bastante tarde, así que le dije que aquí lo esperaba. Me puse a hacer un trabajo de la escuela y se me olvidó por completo que el venía así que me metí a bañar.

Estaba terminando de bañarme y en eso escucho el timbre del edificio, contesté y era él, le dije que la puerta de abajo estaba abierta así que entró, mientras fui corriendo a ponerme una toalla y a cerrar las llaves de la ducha. Cuando abrí la puerta ahí estaba él, con una playera sin mangas, que hacía que se le marcara todo, y los pantalones sucios que siempre usa para trabajar. Cuando me vio, sentí que me veía raro, claro uds que pensarían si van a arreglar algo y se encuentran con un mocoso de 16 años en toalla, recién bañado y súper caliente, porque ya llevaba como un mes sin nada de acción, claro eso no lo sabía él.

Me saludó como siempre, y pasó, le dije que el candado estaba en la azotea, que me esperara a que me pusiera algo para subir, ya que no quería encontrarme con algún vecino y que me vieran con ese ejemplar de hombre y yo en toalla. Todos mis vecinos saben que soy gay y me han visto varias veces con varios chavos, pero este chavo se lleva bien con mi madre, y no podía dejar que le contaran de él.

Total, me dirigí a mi cuarto y no cerré la puerta, siento que inconcientemente, o tal vez conciente, quería que me viera, yo estaba de espaldas a él, me quité la toalla y me empiné a buscar mi ropa interior, él estaba parado en el puerta viéndome, en eso sentí como se me acercaba y me agarró por la cintura, yo no sabía ni que hacer, se me acercó al oído para decirme:

- ¿Por qué te quedas así? He visto como me miras.

Yo no sabía que hacer, en ese momento me volteé y le dije que no sabía de que hablaba que no era cierto, claro no podía disimular que me estaba calentando cabrón, yo seguí excusándome, cuando me planta un beso en la boca y me dice:

- No tengas miedo, total tienes un culito muy lindo y hace tiempo que tengo ganas de darle lo que necesita.

Yo no sabía que hacer, solo me di cuenta de que me volvió a besar, lo cual correspondí, en eso me abrazó fuerte y me tiró en la cama, se fue desviviendo, y yo estaba que ya no podía más con ese cuerpo espectacular frente a mi, y lo único que se me ocurrió fue abalanzarme contra el y empezar a besar, lamer y morder cada parte de su hermoso cuerpo, bajé y empecé a mamar esa verga grande y dura, tenía un sabor riquísimo y veía su cara de excitación, lo cual me animó más y empecé a mamar como un loco, quería sentirlo todo, al poco rato me detuvo y me llevo hasta su boca, me besó y me dijo:

- Calma bebe que no quiero acabar tan pronto.

Me cargó en sus brazos, yo me agarré a él con mis piernas, y lo besaba como un loco, nos tumbó en la cama y me volteó:

- ¿Qué haces?

- Solo quiero probar este culito que tienes.

En eso sentí su lengua en mi orificio, me ponía a mil el cabrón, succionaba, me metía la lengua, y empezó a penétrame con su lengua, yo estaba en el cielo, prácticamente gritaba de placer, me tapó la boca y empecé a lamer su dedo como si fuera su verga, él quitó su lengua de mi culo y metió su dedo, yo estaba en el cielo, sentía como lo metía y lo movía dentro de mí, yo le suplicaba que me penetrara, que me hiciera suyo, pero él me dijo:

- Calma putita, pronto tendrás lo que quieres.

Yo solo sentí como me metía un dedo más, ya no podía y me movía como loco, en ese momento, trató de clavarme toda su arma de un solo jalón, yo lloraba por el dolor, para luego sentir como me detuvo contra la cama, me presionaba y me decía:

- Calma putita, que si no, te la voy a meter de un solo jalón y te va a doler más, a penas es la puntita.

Que puntita ni que mierda, a mi me dolía mucho. Luego me fue jalando poco a poco hacia él, y sentía como cada centímetro iba entrando, me dolía y a la vez me gustaba; la razón de que me doliera, aunque ya hubiera tenido sexo, es que tengo un culo demasiado apretado y siempre me duele muchísimo, cuando empecé a sentir sus vellos en mis nalgas le pedía:

- Por favor, salte que me duele.

- Tú pediste por ella, ahora aguántate y disfruta como la puta que eres.

En eso empezó a moverse con el clásico mete y saca y a veces en círculos, y empezó a masturbarme, en ese momento el dolor se fue convirtiendo en placer, en un placer increíble, quería más y me le acercaba y movía mi culo al compás de sus embestidas.

- Así que buena putita, que rico culo tienes, tan apretado, tan calientito.

- Sí, soy tu puta cogeme, cogeme.

Para ese momento el dolor era cosa del pasado, solo sentía un placer increíble; él me cogía con más fuerza mientras me masturbaba, en eso salió completo de mí y me la volvía a meter de un jalón, yo me sentía en el cielo. Se salió y me volteó, me empezó a besar, se paró y me cargó en sus brazos, me puso contra la puerta en la misma posición, y me penetraba mientras me cargaba, yo no supe ni como pudo hacer eso, pero me sentía en el cielo, quería más, yo lo besaba y el seguía empujándome contra la puerta cuando me embestía.

Luego de estar un rato en esa posición, me suelta, se sale de mí, y me tira en la alfombra de mi cuarto, yo me volteó bruscamente y me pongo en cuatro, sentía muy abierto el culo, y me dice:

- Que puta eres, ¿Nunca te cogen tan duro? Estas sangrando.

Yo asustado quería ver si era cierto que sangraba, pero él me detuvo diciendo:

- No veas o no vas a querer seguir, y esto todavía no acaba.

Y valla que no había acabado en eso, me la metió de un jalón y yo veía estrellas, el dolor y el placer eran increíbles, me estaba rompiendo el culo, y el gemía como loco, y lamía mi espalda, empezó a masturbarme muy fuerte y me hizo venirme, en eso sentí como mi culo apretaba su verga dentro de mí, y sentí toda su leche llenar mi intestino y escurrir por mi entrepierna, después se paró y yo lamí lo que quedaba en su verga, que sabor tan extraño, la combinación de mierda, sangre y mecos, por algo me encantó, luego me levantó, me besó y me dijo:

- Ahora dime cual era el candado que tenía que romper.

Yo estaba totalmente agotado, y los dos estábamos bañados en sudor, así que le propuse que nos bañáramos, pero eso será para otra vez.


Dos hombres casados


Huyendo del agobiante calor de Buenos Aires, estábamos en Villa Gesell, en la costa, donde pasaríamos las tan ansiadas vacaciones con mi mujer y mis dos hijos. El mar nos devolvió la tranquilidad perdida con el trabajo de todo un año. Como de costumbre alquilamos una carpa en el balneario cerca de nuestra casa. Eso incluía el servicio de los vestuarios, entre otras cosas. Todos los días después del día de playa usábamos los baños y duchas de nuestro balneario para no llegar a la casa con la arena de todo un día y quitarnos la sal del mar. Esto era como un rito. Iba con mi hijo que tiene siete años, y después de bañarlo, secarlo y vestirlo, yo me metía en la esperada ducha caliente, mientras él volvía contento a sus juegos. Los baños eran cómodos aunque no muy espaciosos. Había dos filas con tres duchas cada una, dispuestas en ele, un ante baño con mingitorios y lavabos. Eran los primeros días de las vacaciones. 

Nunca pensé que en esos primeros días de mis vacaciones y en ese lugar, viviría una sensual experiencia, muy difícil de olvidar. Todo ocurrió más o menos así:

Un día, luego de mi baño, después de un caluroso día de playa, estaba terminando de secarme, vi entrar a un hombre con sus dos hijos (tendrían 6 y 8 años), y pude comprobar que yo no era el único padre que seguía el ritual de los baños. Entre indicaciones, juegos y regañadas, el hombre se encargó de meter al agua a sus hijos, traviesos y movedizos como el mío. Mientras, yo observaba la escena divertido. Al tipo le pasaban las mismas cosas que a mí, como: caérsele el jabón, perder el shampoo, evitar que las toallas cayeran al piso mojado... en fin. Después de un rato, cuando hubo terminado, los secó. Los niños se vistieron, y entonces él, se preparó para el baño. Recuerdo que nos sonreímos como cómplices e hicimos algún comentario. A todo esto, yo había terminado de ponerme la ropa. Al salir alcancé a ver como el hombre mandaba a sus hijos con su madre mientras empezaba a quitarse el traje de baño. Pero yo, que acababa de recoger mis cosas y no teniendo evidentemente ya nada que hacer ahí, salí del vestuario balbuceando un "hasta mañana", quedándome con las ganas, claro, de ver a ese hombre desnudo bajo la ducha.

Pasaron algunos días. Y aunque me había olvidado del tema, pude ver que la carpa del hombre que había visto en el vestuario estaba cerca de la nuestra. Tenía una hermosa mujer por esposa y parecían una feliz familia. Ahí quedó todo.

Una tarde, al entrar al baño como todos los días, me preparaba a bañar a mi hijo cuando el hombre entró con los suyos, casi al mismo tiempo que nosotros. Cumplimos el ritual diario, los niños terminaron de bañarse y casi al mismo tiempo quedamos solos en las duchas él y yo. Después de poner un poco de orden en las cosas que habían quedado tiradas por doquier, nos miramos sonriendo y comentamos las desventuras de la hora del baño. Esa complicidad hizo que tomáramos un primer contacto y creí que algo más sucedía entre nosotros. Pero no estaba seguro que era.

Yo empecé a bajarme el traje de baño. Estaba quemado por el sol y me sorprendí al ver el contraste de mis pelos negros sobre mi pubis blanco. Me metí ya desnudo, en una ducha y dejé la cortina semiabierta. Vi entonces como él se bajaba la malla. Estaba de espaldas. No era muy alto. Tenía un cuerpo proporcionado y armonioso. Su trasero (blanquísimo) era lampiño, contrastando con sus piernas llenas de pelos, unos pelos largos y lacios. Calculé que tendría mi edad (37). Cuando entró a la ducha, cerró la cortina tras de sí. Había pasado poco tiempo cuando sentí su voz:

-Disculpame. Mis hijos se llevaron el jabón ¿Te molestaría prestarme el tuyo?

Abrió la cortina y salió encaminándose hacia mi ducha.

-No hay ningún problema, tomá - respondí, y le alcancé lo que pedía.

Cuando se metió nuevamente en el agua, esta vez no cerró su cortina del todo. Nuestras duchas estaban en diagonal y yo podía observar todos sus movimientos disimuladamente. Fue un baño largo y placentero. Algo comentamos, no sé que cosa intrascendente. Lo miré bien ahora. Supuse que él no se daba cuenta. Tenía el pecho cubierto de pelos, algunos blancos, en medio de su vello oscuro. Hombros firmes y muy quemados por el sol, y por eso su piel se veía muy enrojecida.

Él se enjabonaba placenteramente, muy despacio. Su miembro, rodeado de una increíble mata de pelos negros colgaba flácidamente y se balanceaba con cada movimiento. Por un momento creí ver que se agrandaba. – No – pensé – son ideas mías. Con esta vista, mi pija comenzó a levantarse. Yo seguía mirándolo de reojo. Ahora se estaba enjabonando el abdomen. Seguía bajando, hasta llegar a su pubis. Enjabonó toda su entrepierna hasta que vi perderse su pene en la espesa espuma blanca. Masajeó con movimientos circulares toda la zona y lavó su pija. La frotó como si fuera una masturbación, de arriba abajo, procurando que el jabón la cubriera totalmente. Su pija se movía, la tomaba entre las manos, volvía a colgar. Después pasó a sus testículos. Los frotó cuidadosamente. Creo que pude adivinar como sentía un inmenso placer al enjabonarse cada vez más. Pensé: "Ese es mi jabón". Locamente divagué sobre cómo podía atreverse a usar mi jabón en sus partes más íntimas. Enseguida todo su cuerpo estaba enjabonado. Fue cuando salió de la ducha y vino hasta mí. – Gracias – me dijo devolviéndome el jabón. Yo estaba con mi pija a medio parar, pero no hice mucho por ocultarlo. Cuando él me dio el jabón, sentí como sus ojos se posaban brevemente entre mis piernas. - ¡No hay de qué! – le respondí - ¿Necesitás shampoo? – Le pregunté. Regresando a su ducha como si nada, me contestó que no. Vi como se enjuagaba, apareciendo nuevamente su pija, y sí, efectivamente noté que estaba un poco más gruesa. NO eran ideas mías. Yo me enjaboné todo el cuerpo. A duras penas podía controlar que mi pija no subiera más. Tenía pudor y no sabía muy bien que hacer. 

Entre tanto, habían entrado a orinar unos tipos, pero en el sector de las duchas permanecíamos solo él y yo. Salimos casi al mismo tiempo y tomamos nuestras toallas. Al secarnos, y sin dejar de observarlo atiné a decir:

-Estás muy colorado por el sol. ¿no te arde la piel?

Me miró un poco asombrado y me contestó: 

-Si, me molesta un poco... a veces no me doy cuenta y me olvido del sol...

-Mirá, tengo una crema post-solar muy buena, dejá que te ponga un poco en los hombros y te vas a sentir muy bien.

Sacando la crema de mi bolso le dije que se diera vuelta.

-Esperá – me dijo, y fue a cerrar la cortina que separaba los mingitorios con las duchas – Es que si no cuando entra alguien, se ve todo desde afuera.

Este comentario me excitó mucho. No podía creer lo que estaba pasando. El se puso de espaldas. Cuando lo toqué en los hombros con la crema entre mis dedos, él se arqueó involuntariamente. Le di un poco de crema y le dije que se la pasara por los brazos. 

-Estás muy rojo – dije – Sí, estuve mucho tiempo caminando bajo el sol.

Comenté no sé que asunto sobre la capa de ozono, y esas cosas. Habíamos dejado nuestras toallas en el banco. Yo le puse la crema en la espalda, recorriendo muy suavemente toda su extensión. Miré su cola. Era magnífica: Blanca, sin un vello, suave como la de un bebé. No podía resistir más sin tocarla. Pero me contuve. Él se quedó muy quieto. Yo me contenía para no parar mi pija. Ahí estábamos los dos: solos y desnudos en medio de un silencio cómplice. Seguí frotándolo lenta y suavemente como cosa natural. Hicimos esto un largo rato. Bajé hasta la cintura pero evité su trasero. Le seguí poniendo crema en los muslos. Al estar un poco agachado, tenía ante mis ojos su redonda cola. La observé bien. Salían algunos pelos de entre los glúteos, era todo el atisbo de vello allí. Toqué sus piernas, sintiendo su firmeza. Fue entonces cuando me animé a frotar los lados interiores del muslo, un poco más arriba de la rodilla. Seguí subiendo lentamente y pasé la mano muy cerca de las bolas que colgaban a pocos centímetros. ¡El abrió sus piernas! Sus bolas quedaron frente a mí, balanceándose y colgando pesadamente. Me animé más y pude rozar con el dorso de mi mano sus pelotas cubiertas de vello oscuro. Mi mano avanzó más aún y salió por delante tocando su entrepierna. Este movimiento me atemorizó, y avergonzado me detuve. Al incorporarme le dije que se diera vuelta. – No, está bien así – balbuceó. – Vamos – dije – vas a ver que te calma el ardor. Me di cuenta de su turbación. Al darse vuelta, lo noté tal vez algo molesto, y pude ver casi de reojo (yo tampoco me animaba a mirarlo directamente) como su miembro estaba poniéndose duro.

Al instante, mi pija comenzó a temblar y levantarse rápidamente. Ya uno frente al otro, yo seguí untando su pecho con la crema. 

-Acá es más difícil - le dije - Tenés muchos pelos. 

La crema no se absorbía a la piel y le dije: 

-Si tenés paciencia, con un poco de masajes circulares la crema va a disolverse. 

Sacó una cantidad del pote y me dijo: 

-Creo que necesitás ayuda - y se aplicó él mismo la crema en su vientre. Bajé la vista. Su pija latía, y con cada latido subía y se ensanchaba, dejándose ver ahora la punta de su rojo glande. Él miró mi entrepierna y vio también como mi pija se había endurecido. Los dos de frente, casi al palo, solo guardamos silencio. Por un momento nuestros duros miembros se acercaron tanto que se rozaron levemente. Eso produjo en mí una oleada de placer que creí eyacular de inmediato, pero por fortuna no fue así. 

Fue cuando alguien entró al baño. Rápida y disimuladamente nos cubrimos con las toallas. Un tipo mayor entró y se preparaba para tomar una ducha. ¡Se había roto el encanto!, cuando volví a mirar a mi amigo, éste ya estaba sentado en uno de los bancos y se había puesto su calzoncillo. Yo tragué saliva y conté hasta diez. Terminamos de vestirnos y despidiéndonos algo turbados, salió cada uno por su lado.

Internamente lancé miles de maldiciones al intruso que había hecho trizas un momento casi sublime. ¿Quedaría todo ahí?

Esa noche, recuerdo que hice el amor con mi esposa. Ella notó que estaba más fogoso y excitado que otras veces. Lo que ella no sospechaba es que yo tenía en mi cabeza la imagen del cuerpo desnudo del hombre de los vestuarios y de su pija dura junto a la mía.

Al día siguiente en la playa, estuve alerta todo el tiempo de buscar con la vista a mi amigo. Lo vi jugar con sus hijos, charlar con su esposa. Estaba nublado y no había mucha gente en el balneario. De repente lo vi metido en el mar. Me di cuenta que él fijó su vista en mí disimuladamente. Nos saludamos desde lejos con la mano. Fue cuando decidí yo también meterme en el mar. Nadamos hasta después de la rompiente. Estábamos a unos metros uno del otro. Me acerqué a él sonriendo y le pregunté casi gritando: 

-¿Mejor? – le dije observando su cara de asombro - ¡...de la quemadura de sol! – 

Se quedó un poco perplejo. Finalmente sonrió y me dijo que le había calmado mucho. Seguimos hablando de pavadas, mientras nos encaminábamos a la orilla. Después cada uno siguió por su lado. A esa altura yo ya estaba terriblemente atraído por toda su persona. Y sentía más irresistible la atracción por el hecho de que los dos estuviéramos casados. Yo sabía perfectamente, lo intuía, que él sentía por mi una atracción similar. Su erección junto a la mía lo aseveraba. Pero, al pasar por mi carpa y ver a mi familia, sacudí la cabeza y me dije "Bueno, basta. Me voy a dejar de tonterías. Esto no tiene sentido..."

Seguí pensativo un rato largo y enseguida pensé en darme una ducha fría. Era lo que necesitaba. Entré al baño del balneario, donde el día anterior había ocurrido esa escena increíble, y me metí en una de las duchas. 

De pronto sentí que alguien entraba. ¡Era él!. Empecé a tener palpitaciones y me temblaban las manos. Me puse muy nervioso. Escuché atentamente todos sus movimientos. Estaba en uno de los mingitorios. Rogué fervorosamente porque entrara a las duchas. En eso estaba cuando sentí su voz.

-¡Que buena estaba el agua! ¿No?

Yo solo atiné a sonreírle, terriblemente nervioso. Estaba bajo la ducha con mi bañador puesto.

-Estoy lleno de arena. Mi traje de baño se llenó de piedritas.

Y al decir esto se quitó el short. Se metió enseguida en la ducha que estaba en diagonal a la mía pero contigua. Con ese comentario me había dado la excusa perfecta para desnudarme. Creo que le dije que yo también tenía piedritas en la malla. Puse la malla bajo el agua y comencé a lavarla, él hizo lo mismo. De vez en cuando me miraba de costado, ocultando su pene.

Bajo el agua, lo tenía de espaldas. Mi pija comenzó a endurecerse. Devoré con mis ojos todo su cuerpo. De pronto él se dio la vuelta y... ¡vi su erección tremenda!. La pija, ya dura y gruesa, se alzaba enorme arqueándosele hacia su ombligo. Emergía de una selva de pelos negros que se ensortijaban a los costados de su entrepierna. Yo sentía que explotaba. Entonces nos miramos abiertamente, cada uno acariciando su cuerpo bajo el agua que corría sin poder enfriar nuestra subida temperatura. Nuestros ojos se encontraron varias veces y sostenidamente. En silencio salimos del agua, con los bañadores en la mano. Yo no había llevado mi toalla. Él, envuelto en la suya, me dijo: 

-Vení, te presto mi toalla. 

Me acerqué a él, casi temblando y me recibió pasándome la toalla por mis hombros. Empezamos a secarnos. Nuestras pijas, durísimas se rozaban cada vez con más frecuencia e intensidad. Lo más excitante es que seguíamos el juego como si todo fuera muy normal; ¡y era una experiencia increíble!. Nuestras respiraciones empezaron a entrecortarse, entonces él alargó su mano y comenzó a secarme por el pecho. "Que peludo sos" dijo con voz muy baja. Separó mis pelos con la toalla una y otra vez. Secó cuidadosamente mis pezones. Yo le pasé mi brazo por la cintura y con mi mano sequé su espalda. Con la otra sequé su cabeza y me deslicé por su mejilla. Nuestros cuerpos, muy juntos, sintieron el calor que la ducha había dejado. Nos miramos las pijas, las acercamos y los pelos se mezclaron en un mismo envión.

Abrazándonos, por primera vez, nuestros ojos se miraron. Me tomó la cara con sus manos calientes. La toalla cayó al piso. Cada vez más cerca, podía sentir su aliento, su olor a hombre, su vello rozándose con el mío. Al fin nos besamos. Sentí su lengua primero tímida, luego avasallante. Empezamos a movernos cada vez más, frotándonos intensamente. Perdimos la noción del tiempo. También del lugar. Cada movimiento, cada roce, nos hacía gemir de placer. Aceleramos la marcha. Nuestras pijas, una contra la otra se masturbaban mutuamente; y cuando ya no pudimos más, bajo un orgasmo largo y espasmódico, terminamos derramándonos el uno sobre el otro, con chorros de semen contenido durante tanto tiempo. Cuando nos separamos, estábamos agitadísimos, atónitos y sorprendidos de lo que acabábamos de hacer. Nos quedamos mirándonos un buen rato, con una expresión profunda y bella en los ojos que no creo pueda olvidar. Había sido una atracción irresistible, y ambos teníamos la misma sensación de haber obrado casi inconscientemente.

Pronto nos dimos cuenta de donde estábamos, los sonidos de gente gritando en la playa nos volvieron rápidamente a la realidad y nos sonreímos nuevamente.

Días más tarde nos volvimos a ver varias veces. Hasta tuvimos un raro, exquisito y secreto enamoramiento mutuo. El verano pasó y nos guardamos esa vivencia muy dentro nuestro cuando nos despedimos sin señas, sin palabras, entre miradas lejanas, ambos rodeados de nuestras familias.

Franco

francodellavalle@hotmail.com


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