martes, 30 de octubre de 2012

Los amigos de mi papá, ahora son mis amigos

Desde muy joven me gustan mayores que yo. Y siempre que mi papá invitaba a sus amigos a seguir la borrachera en casa, me calentaba pensando que al menos uno de ellos me daba placer. Los escuchaba desde mi habitación, su hablar soez, machista, sexista, alburero, siempre calientes y bien machos.

A veces papá me hablaba para convivir con ellos, ver, aprender, y hacerme macho, a veces me invitaba un trago de cerveza pero no me gustaba, así que no bebía, pero me encantaba ver a esos machos, cargadores y choferes, macizos, señores jóvenes.

Yo, siempre he hecho mucho trabajo físico, así que no podría decir que era delgado, pero sí bien nalgón, brazotes y piernotas macizas, peludillo, todo un chacal en potencia.

Me encantaba el moreno de ojos de miel, cabello quebrado, labios delgados, pecho marcadísimo y brazos de desmayo; el blanco de pelo entrecano, mejillas rosadas y nalgas bien paradas, el señor viejón bigotón, de estilo vaquero, el supermamado, que además de chofer iba al gimnasio y era el más joven, y ppor supuesto su hermano, como de 38 o 40 años, peludísimo hasta de la manos y labios rojos.

Un día que habían ido algunos amigos de mi papa a beber a la casa, entre corriendo al baño y ahí estaba el moreno de ojos de miel, que al verme se hizo a un lado y dijo llégale, si no, te gana. Y le hice caso, de inmediato me puse a su lado, me saque mi pene, y empece a orinar, él me veía con total descaro, se hizo un poco hacia atrás y me miró las nalgas, estiró una mano y las palpó con confianza “que duras y ricas las tienes”, me puse rojo, tenso, pero no dije nada, me gustó.

Estiró su mano, tomó la mía y la llevó a sus nalgas y me preguntó, y las mías qué tal, las acaricié, agarré, y me encantaron, le dije, bien, bastantes duras y redondas, y en eso tomó mi verga y comenzó a acariciarla, a masturbarme y de inmediato se me paró, y dijo, uta que rica, es tan grande como la de tu papá, movió rápido la mano, pero en eso alguien le habló desde la sala, se gurdó su verga y se fue, y dijo, luego le seguimos.

Me quede con mi verga bien dura, y comencé a mastubarme frenéticamente, casi, casi con rabia, pero se me olvidó cerrar la puerta, llegó el amigo de mi papá, de pómulos rosados y nalgas bien paradas y blancas, y me vio en plena acción manual. Y no alcance a esconder mi enorme verga, casi 20 gruesos centímetros.

Mira, mira, eres bien caliente como tu… déjame ayudarte, te echo una mano, y comenzó a masturbarme, yo lo veía como lo más natural, pero sí tenía nervios de que nos cacharan y volteaba hacia la puerta; él estiró la mano, cerró la puerta con seguro y se bajó a mamar, no lo podía creer, un chacalote que casi me doblaba la edad a mis rodillas mamando.

Sentir esa boca húmeda, labios suaves y garganta apretada en toda mi verga, ya que se la tragaba completa, era una sensación increíble, yo sólo me había masturbado, y me habían dado unas mamadas bien chafas (chupan la cabeza y chaquetean el resto).

Se la tragaba completa y me dejaba sin habla, succionaba como experto y sus labios rojos, enmarcados por un espeso bigote y su cara rosada eran una maravilla, trate de sacarla y le dije que casi terminaba, cuando, para mi sorpresa, me agarró de la nalgas, me empujo con fuerza y se la deje ir hasta el fondo de su garganta que se sentí super apretada, y comencé a venirme, espesos, potentes y abundantes chorros comenzaron a salir de mi verga directo a su garganta y yo sentía espamos en todo el cuerpo.

Se quedo con la verga hasta el fondo, respirando con dificultad, pero esperando a que se me bajara, luego la limpio con su lengua, se relamió los bigotes, se bajó el cierre, comenzó a orinar y al terminar salió como si nada, limpiándose el rostro.

Me quede inmóvil, con las piernas temblando, no podía creer que un señor tan cabrón y guapo me la hubiera mamado tan rico, lentamente me guarde mi verga, me acomode la ropa y salí hacia mi recámara, de rato me habló mi papá, que fuera por más cervezas.

El moreno de ojos de miel se ofreció acompañarme, caminábamos en silencio y me preguntó, te gustó como te la mamó mi amigo, la pregunta me calentó, pero me incomodó la indiscreción o confianza entre ellos, le dije secamente sí, y me dijo a todos nos gusta, mama muy chingón, ¿a quiénes todos?, a todos los que estamos ahí, ese cabrón se la ha mamado a todos los que nos juntamos, es muy bueno.

Me era difícil creer que todos tan machos, les gustara que les mamara la verga un puto, pero que no parecía puto, pero que sí mamaba chingón, ¿cómo a todos? ¿a mi papá también? sí, a tú papá también, en los baños, en las regaderas,, se la mama frente a todos. Y tu papá es uno de los que la tiene más grande, como 22cm y este cabrón se la mete completa hasta la base. Wow, no me había imaginado que mamara tan chingón y que mi papá la tuviera tan grande. Sí, es más, dijo, regresemos rápido. Tomamos un taxi al centro comercial, me hizo formar para apartar lugar, y rápido salimos, taxi de regreso y entramos con mucho sigilo.

Y me dijo, ahora verás lo que te dije, y al entrar con cuidado a la casa y dirigirnos a la sala, la escena era muy fuerte y super excitante, el nalgón de la cara rosada estaba de rodillas frente a mi papá que estaba en pie, y se lo estaba follando por la boca, literalmente violando, se la dejaba ir entera y se la dejaba un rato hasta que el mamador tosia y se medio ahogaba.

Alrededor de ellos, el chofer moreno super mamado se la mamaba al sñor bigotón moreno, que sin ropa, podía ver que era muy peludo, y el hermano del moreno, que era muy peludo y de labios rojos, se acariciaba la verga y besaba en la boca al bigotó, a su hermano, y luego acercó su verga a la boca del vaquero bigotón que empezó a mamar como desesperado, pero no podía comérsela completa.

Quede en shock, por la sorpresa, por lo caliente de la escena, de ver puros machos, chacalones, fuertes, y que cualquiera me doblaba o más la edad. Y medio pedos todos, en puro sexo animal, con fuerza, sucio, atascado.

Y con la mayor naturalidad, el moreno de ojos de miel, y pelo quebrado comenzó a desnudarse y comenzó a desnudarme y cuando terminó dio un par de palmadas y anunció, miren que tenemos aquí, todos voltearon sorprendidos y se quedaron un instante congelados, mirándome, de pie, con la vergota super dura.

Mi papá dejo hasta el fondo de la garganta del mamador su enorme verga, y se quedo inmóvil, sosteniéndole con fuerza la cabeza, con ambas manos, y hasta que empezó a ahogarse en serio y se safó el mamador, mi papá reaccionó… ven, me dijo, estiró una de sus manos y camine lento, torpe hacia él.

Me fascinó ver su enorme, duro, y peludo cuerpo, de hombre, de macho. Me tomó de la mano y me abrazó, me acarició la espalda, de una form fraterna, no sexual, me acarició la nuca, bajó sus manos y palpó mis nalgas, me separó un poco y y con su otra mano tomó de la nuca a su mamador y lo acercó a mi verga.

Y comenzó la mamada, mi papá tomó mi rostro, con ambas manos, y me empezó a besar, abrió mi labios y su lengua invadió mi interior, alternaba sus caricias de mis nalgas con pellizcos a mis pechos. Yo empecé a acariciar su pecho fuerte, peludo.

Y de repente, sentí uno de los dedos de sus manotas, buscar mi agujero anal, y sentí miedo, me dijo al oido, calma, confía, te va gustar, y de nuevo lo intentó y me puse tenso. Y dijo, bueno, será después entre tú yo, y nadie más.

Ya no me daba cuenta de quien con quién estaba, sólo me concentraba en el placer, mi papá a mi lado, guiándome, de repente vi un par de nalgas duras, blancas, velludas, junto a mi enorme verga, y mi papá escupió en mi verga y luego lamió y ensalivó ese hoyo, y me dijo, metésela, y lentamente acerque la cabezona de mi verga…

Mi papá insistió metésela de un chingadazo a este culito, ya lo he abierto y aguanta todo, le duele, pero al cabrón le gusta. Y obedecí, puse mi cabezona, lo tomé de las caderas y mi papá le abrió al máximo la nalgas, empuje con fuerza, sentí y se escuchó como hubiera reventado algo adentro de ese culo.

El tipo empinado, se movió hacia adelante con fuerza, gritó de dolor, se quería safar y yo iba a soltarlo, pero mi papá le dio una nalgada super fuerte, que hasta quedo marcada su manota en esas nalgas, y le dijo, aguanta a mi chavo, no seas puto, así es como te gusta.

Me sentí mal por lastimarlo, y pero mi papá dijo chingátelo cabrón, ahí lo tienes, metéselo al fondo, y sácaselo casi completo, y empecé a dalre con furia, con deseo, con la verga super dura y el tipo se quejaba, se quería quitar pero yo lo tenía fuertemente agarrado. Y seguía quejándose del dolor, en eso se acercó otro amigo de mi papá y se la metió de un jaló por la boca para que dejara de quejarse.

Voltié a ver como entraba mi vergota en ese culito peludo y descubrí que lo había lastimado tanto que estaba sangrando levemente, y voltié a ver con preocupación a mi papá, se dio cuenta y dijo, tú sólo dale, a él le gusta así.

No aguante mucho, todo era muy excitante, y ya para venirme se la iba a sacar y mi papá me tomó de las nalgas con sus manotas y dijo a mis espaldas, llénale el culito, tu leche le aliviará el dolor. y Comencé a soltar mi abundante leche, creo que más que cuando me la mamó en el baño, de 10 a 12 chorros aventé, y alguien le dijo a mi papa, igualito que tú, bien lechosos.

Me vacié por completo y me quede inmóvil, con mi verga dentro de ese culito, y comencé a recuperar mi respiración, y papá me dio otro beso supercachondo, acercó su mano a mi pene y lo sacó con suavidad de ese culito que parecía querer quedárselo adentro.

Me hizo a un lado, tomó con su mano su enorme verga, y con la otra la cintura de su amigo y se la dejo ir de un solo envión, y su amigo gritó de nuevo y se quiso quitar, pero mi papá lo sujetó con fuerza y se quedo pegado a él.

Todos se acercaron para ver, la cogida que le daría mi papa con sus 22cm de gruesa verga a ese culito, y escuche que alguien dijo, ora si le partiste la madre a este cabrón, está llorando y gritó bien gacho. Pero el dueño del culito dijo, no hay pedo, es de él, es de él, ya sabe que puede hacerle lo que quiera… y mi papá dijo, hasta compartirlo con ustedes, ¿verdad? y el otro dijo un ahogado, sí.

Empezó a bombearlo y el otro a retorcerse del dolor, y todos veían y se masturbaban viendo como entraba tremenda verga en se culito, y al sacarla le volteaba un poco del intestino para afuera y algo de mi semén y sangre de la cogida anterior, más el daño de ésta.

Mi papá bufaba, era una máquina de coger, en cada embestida, hacia cimbrar y temblar todo el cuerpo de su amigo, que a pesar de estar bien maacizo por el duro trabajo, en esos momentos parecía un muñeco de trapo. Mi papá volteó hacia mí y me dijo, que rico hijo, con tu leche me dejaste el culito de este cabrón bien lubricado, caliente y húmedo y en cada arremetida se oía fuertemente la succión y bombeo de mi padre en ese hoyito.

Mientras se lo bombeaba, el peludo de labios rojos se aceró a mí y comenzó a besarme y yo a acariciar todo su torso peludo, y por atrás se acercó el moreno de ojos de miel y el supermamado me pegó sus nalgas a mi verga. Y mi verga comenzó a reaccionar de nuevo. El mamado se abrió al máximo sus duras y redondas nalgas y pude ver su culito, prieto super arrugado y cerrado, y al oido me dijo el moreno que estaba a mis espaldas, metésela este wey casi no se deja de nadie, sólo de tu papá y de mi, y nunca frente a nadie, pero ahora quiere contigo.

Voltié a ver a papá y él seguía concentrado en el culo peludo de su amigo, era una bestia, sudando, con fuerza, con violencia, respirando como fuelle y de vez en cuando, en alguno de sus bombeos, sacaba algo de mi lechazo de ese culo, y goteaba por todo su tronco, se prendía a los pelos de su pubis y escurría por sus guevos hasta caer al suelo. No dejaba de bombearlo, y pidió un trago de cerveza, y alguien le acercó a la boca una botella, sin dejar de bombear le dio un enorme trago, se lo pasó, pidió otro, y lo escupió en la espalda de su amigo y comenzó a lamerlo.

De pronto sentí como el culo del mamado moreno, se apoderaba de mi verga y comenzó él solito a metérsela, traté de tomarlo de las caderas pero sus amigos me detuvieron los brazos hacia atrás, firmemente, y empecé a sentir como se movía ese culito a todo lo largo de mi pene, poco a poco, hasta meterlo todo, y se quedo ahí inmóvil, y yo sentí mi verga a punto de estallar de dura que estaba.

Lentamente se movió y yo no resistía, quería soltarme y follarlo con furia, pero no me dejaban y de repente cambió el ritmo, fue con fuerza, acompasado, su culito apretado recorría todo mi pene, se salía completo y comenzaba de nuevo, movía delicioso de un lado a otro la cadera, como batidora, y me exprimía, tenía músculos hasta en el culo este cabrón y me hizo terminar en su espalda, le eche unos 6 tiros gruesos, espesos, con fuerza, me soltaron y casi pierdo el equilibrio, me sostuvieron de nuevo y me llevaron a un sofá tenía las piernas temblando.

Vi que mi papá ya no estaba follándose a su amigo, ni el otro se la daba a mamar al de las nalgas peludas, ya estaban vestidos cheleando como si nada. Y me acercaron una cerveza. A mi no me gustaba, hasta ese día, el sabor de la cerveza y cuando comencé a tomarla me supo a gloria, era super refrescante y combinaba su sabor fuerte con todo lo que acababa de pasar.

Esto se repetía una vez al mes, casi siempre los mismos, con mi papá tuve experiencias, sólo entre él y yo, pero después les contaré. Un tiempo, trabajé con ellos en la misma empresa, y me tocó ver en las regaderas el desmadre de sábado a mediodía, cuando salían temprano de trabajar y, algunos chacales, casados y solteros, se quedaban a jugar baraja desnudos, chelear en las regaderas e irse al fondo, tras unos lockers a pagar apuestas, a bajarse la calentura (especialmente los más jóvenes y los que tenían esposas embarazadas eran clientes frecuentes), y regresar a sus casas con sus novias y esposas, tan machos como siempre.

Ahí, en las regaderas siempre fui activo, como mi papá, nos hicimos fama de verdaderos sementales, vergones , y uno que otro nos invitó a su casa a cogernos a su esposa, a su hija y a veces a él frente a su mujer, pero también será parte de otra historia.

Como extraño trabajar en planta industrial, extraño el olor a sudor, a macho, de los trabajadores, choferes, cargadores e ingenieros, esas espaldas anchas del trabajo duro, nalgas firmes y pelo en pecho, las botas de trabajo y los overoles o uniformes, su desmadre de cabrones, y sus diálogos machistas, sexistas, siempre calientes. Sus manos ásperas y rudas, pero sobre todo, las ocasiones en que se calentaban y se animaban a tener sexo culposo, y luego como si nada.


En Deuda



8.22 AM

Ya pasan de las ocho y estoy retrasado. La junta de accionistas fue programada para las nueve en punto, y si no llego a tiempo, ya puedo ir despidiéndome de mi puesto.

Soy el contador de una empresa transnacional empacadora de pescado, y mi jefe, el Gerente de Finanzas me tiene puesto el ojo y sólo espera la menor oportunidad para deshacerse de mí, y no quiero darle ese gusto, por no hablar de que necesito el empleo desesperadamente. Estoy endeudado hasta las nalgas. Debo la renta de 4 meses, varios pagos atrasados del coche y no menciono los préstamos en efectivo que me han hecho mi padre y un par de amigos.

Tan desesperado estoy que me he metido en un buen lío. Tomé el dinero de los impuestos del mes pasado de la empresa y nadie se ha enterado, hasta el momento. Si mi jefe llega a descubrirlo, no solo perderé el trabajo, puedo hasta ir a dar la cárcel por abuso de confianza y fraude. Confío en poder restituir el dinero antes de que eso suceda, y por eso la junta de hoy es tan importante. Debo estar allí para asegurarme que mi delito no sea descubierto y ganar un poco de tiempo para solucionarlo.

Por si fuera poco, el tráfico hoy está imposible y desesperado toco el claxon y le miento la madre a cuanto idiota se me atraviesa, pero aun así creo que no llegaré a tiempo.

9:15

Mierda!

Sabía que no llegaría a tiempo. Entro corriendo a la sala de juntas, ya están todos reunidos y la sesión ha empezado. Mr. Thomas, mi jefe, está conduciendo la junta y algunos de los socios accionistas están presentes. Sobre todos ellos, la figura del Sr. Sato se impone sin lugar a duda. El Sr. Sato es el socio japonés de la firma, y posee la mayoría de acciones. Su voto es ley para todos nosotros y a pesar de su pequeña estatura todo mundo le teme y se le respeta por sobre todas las cosas.

Tomé un lugar en la mesa y traté de pasar desapercibido. Mr. Thomas me miró de muy mala manera y continuó con su exposición. Mi jefe es americano, rubio y bastante alto, como de 35 años y con la musculatura de un jugador de fútbol americano. El Sr. Sato es mas bien pequeño, delgado, 45 años mas o menos y un misterio por todo lo demás. Nadie sabe si es casado o soltero, ni tiene la menor idea acerca de su vida privada. Por mi parte, soy de origen latino, tengo 24 años y estoy tratando de sobrevivir en esta empresa transnacional y multi-étnica donde todos compiten contra todos.

9:50

La junta estaba llegando a su fin y para mi buena suerte, la cuestión del pago de impuestos no había sido mencionada. Estaba por respirar por fin con tranquilidad cuando Mr. Thomas tocó el punto y yo casi pierdo el aliento, lo cual fue notado inmediatamente por Mr. Thomas, que no me quitaba la vista de encima. En ese momento supe que él sabía lo que yo había hecho y vi en su mano la declaración de impuestos no presentada. Por lo visto mi jefe pensaba ponerme en evidencia delante de toda la junta y sentí morirme de la vergüenza.

El Sr. Sato me miraba fijamente, y con un pequeño gesto detuvo a Mr. Thomas y dio por terminada la junta. Yo no entendí que había pasado, pero me sentí inmensamente aliviado de haberme salvado, aunque fuera momentáneamente.

Me fui a mi oficina y empecé a trabajar.

11:30 A.M.

El teléfono suena. Mr. Thomas quiere que me presente en su oficina. Me tiemblan las piernas cuando me anunció con su secretaria y ésta me hace pasar.

Estoy de pie ante el escritorio de Mr. Thomas y no me ha indicado que me siente. Espero. Algunos minutos después me muestra la declaración sin pagar y una copia del cheque cobrado por mí. Sabe que me tiene agarrado por los huevos y no puedo decir nada a mi favor. Puede enviarme a la cárcel si lo desea y ambos lo sabemos.

- Raúl, -me dice con su fuerte acento neoyorquino-, eres un ladrón y no mereces ningún tipo de consideración. Si dependiera de mí te enviaría ahora mismo a donde mereces estar. Una mierda como tú no debe trabajar aquí.

Guardé silencio, rogando por una oportunidad, pero sin atreverme a pedirla.

Mr. Thomas se puso de pie y rodeó su escritorio, paseando por la oficina hasta llegar a mis espaldas. No me atreví a voltearme y me quedé quieto esperando que terminara conmigo.

- Sin

embargo, – dijo casi junto a mi oído, bajando la voz -, existe la posibilidad de que lleguemos a un arreglo.

El aire volvió a mis pulmones. Me sentí dispuesto a cualquier cosa por conseguir otra oportunidad.

Mr. Thomas me dio la vuelta para que pudiera mirarlo. Sus ojos no mostraban mas que desprecio y me sentí como un bicho al que pronto reventarán con un simple pisotón.

- Arrodíllate, – me dijo.

Pensé que quería que yo le pidiera perdón de rodillas, y me pareció muy humillante, pero al mismo tiempo era una forma bastante simple de salir de aquel atolladero. No lo dudé. Me puse de rodillas frente a él y empecé a pensar en la forma en que suplicaría por su perdón. Quería que fuera algo dramático que lo dejara satisfecho.

Mientras pensaba y casi empezaba a suplicar, escuché el ziper de sus pantalones y me quedé paralizado. Mr. Thomas se había abierto la bragueta de sus pantalones y estaba hurgando entre sus calzones para, para…sacarse el pene!

No lo podía creer. Todo lo había imaginado menos eso!

- Si quieres una oportunidad, empieza a mamar y convénceme de que la mereces.

Su verga, larga y rosada, colgaba fláccidamente fuera de su bragueta. Unos cuantos pelos rubios salían de sus pantalones y la cabeza lucía descubierta, descansando contra la cara tela de su pantalón.

Los segundos pasaban y yo no me decidía. Miraba hipnotizado su miembro dormido y no podía moverme.

- Ok, – dijo Mr. Thomas y empezó a meter su verga otra vez en los pantalones -, tú lo quisiste, – amenazó.

La adrenalina del miedo llenó mi cuerpo en una fuerte oleada y me puse en movimiento.

- No, por favor, Mr. Thomas, – rogué, al tiempo que detenía sus manos y metía las mías dentro de sus pantalones para recuperar ese pene que ya desaparecía y era la llave de mi libertad.

Lo tomé con una mano y lo saqué nuevamente. Lo sentí suave y cálido, como un pajarito o un animalito que necesitara cuidado, o al menos eso traté de pensar para poder metérmelo en la boca y hacer lo que tenía que hacer para solucionar mis problemas.

Mr. Thomas puso sus enormes manos tras mi nuca y acercó mi cabeza a su entrepierna. La suerte estaba echada y ya no tuve dudas. El hombre quería una manada, pues una mamada tendría, y sería excelente, me prometí a mí mismo.

Me metí la suave cabeza en la boca y lejos de sentir desagrado, supe que era algo que podía hacer bien. Olía a jabón y a hombre limpio. Era una verga bonita y pensé que con suerte hasta podría disfrutarlo. Chupé la cabeza mientras acariciaba con delicadeza el tronco gordo y suave. En pocos minutos empecé a sentir como crecía la cabeza y como se alargaba el tronco. La cosa empezó a ponerse dura y creció y creció. No había una regla a la mano, pero podría jurar que medía sus buenos 18 cms., sino es que llegaba a los 20. Era una verga impresionante. Me retiré un poquito para verla completa y miré hacia arriba para ver la cara de gozo de Mr. Thomas. No había tal. Mi jefe parecía seguir bastante molesto y pensé que después de todo, no estaba haciendo un buen trabajo con aquella verga, y de nuevo me preocupé.

- Eres un maldito pervertido, – me susurró con odio -, y me metió su vergota nuevamente casi hasta ahogarme, comenzando a bombear dentro de mi garganta.

Yo no entendí como podía enojarse y al mismo tiempo seguir con todo aquello. Puse mis manos en su cadera para frenar un poco sus embestidas que amenazaban con ahogarme y eso pareció molestarle aun más. Sacó su verga dura de mi boca y el sonido fue como el de una botella cuando es descorchada. Me tomó de las axilas y con un tirón me puso de pie. Pensé que iba a golpearme.

Me empujó sobre su escritorio, obligándome a recostarme sobre su superficie, de espaldas a él. Subió la parte trasera de mi saco y manipuló diestramente mi cinturón y el broche de mis pantalones. En cuestión de segundos me había bajado los pantalones y los calzones hasta las rodillas, dejándome el culo desnudo.

Traté de incorporarme, pero el tipo era alto y fuerte, mucho más que yo, y me obligó a continuar en esa humillante posición.

- Por favor, Mr. Thomas, eso no, – le supliqué, adivinando lo que quería de m&i

acute; -. De verdad que yo no hago eso.

- Cállate, pendejo. Tu harás lo que se te ordene, lo sabes.

No tenía opciones, lo sabía. Tragué saliva, aun pensando en una forma de salir de aquella situación.

Mr. Thomas puso sus manos sobre mis nalgas y las abrió. Sentí mi ano expuesto y me dio mucha vergüenza. Soy un tipo bastante velludo, incluido mi culo. Siempre tengo cuidado de asearme bien, porque siento que con tanto vello debo tener especial cuidado con la limpieza. El saber que mi jefe estaba mirando esa parte tan privada de mi cuerpo me puso especialmente nervioso. Ya solo esperaba el momento en que me tocara para morirme allí mismo de la pena. Pero eso no ocurrió.

Mr. Thomas me soltó. Se metió la verga dentro de los pantalones y subió el ziper. Dio la vuelta y se sentó en su sillón, frente a mí en su escritorio. Tomó el teléfono y marcó un número.

Yo no entendía nada. El balbuceó algo y del otro lado de la línea alguien le dio instrucciones.

- Vístete, – me ordenó -. Regresa a tus ocupaciones. Ya te llamaré para decirte que sucederá contigo.

Con la cara roja de vergüenza me subí los pantalones. Me sentí con un pequeño de tres años que se ha meado los calzones y debe andar con la ropa mojada y que todos lo miran y saben lo que le sucedió. Con ese sentimiento salí de la oficina de Mr. Thomas y me fui a mi propia oficina. Sentía que todos allí sabían que le había mamado el pito a mi jefe y que valía lo mismo que cualquier puta callejera.

Traté de trabajar, pero fue imposible. Estaba nervioso, incomodo e increíblemente, bastante cachondo. A pesar de todo, el incidente me había despertado un hambre de sexo que no sabía como apagar. Al mismo tiempo me sentía preocupado, porque mi situación no estaba resuelta y aún pendía de un hilo.

Esperé la llamada de Mr. Thomas el resto del día, pero no me llamó. No sabía si eso era bueno o malo, y esperaba que en cualquier momento llegara el personal de seguridad a detenerme, o incluso la misma policía, pero tampoco sucedió.

6:00 P.M.

Mi jornada había terminado y yo todavía seguía en las mismas. Mil veces tomé el teléfono y marque la extensión de Mr. Thomas, colgando al instante antes de que sonara su línea. Si algo iba a pasar quería salir de una buena vez de eso. Cualquier cosa antes de esa pinche incertidumbre que me estaba matando.

Empecé a recoger mis cosas para irme a casa. Nada podía remediar quedándome allí. El teléfono sonó y me quedé paralizado. Era la secretaria de Mr. Thomas, indicándome que me presentara en su oficina dentro de una hora. Me sentí aliviado. Lo que fuera a pasar, quería que sucediera de una vez, pero aún me quedaba una larga hora de espera.

7:00 PM

El personal se había marchado casi por completo. El piso donde laboro es principalmente administrativo y hacía un buen rato que se habían marchado. No sabía si alegrarme por eso o preocuparme de estar a solas con Mr. Thomas. Su oficina estaba iluminada y él estaba esperándome cuando toqué a su puerta.

Lo encontré más tranquilo que en la mañana. Su mirada de desprecio seguía allí, pero era más tenue y contenida. No me saludó ni me explicó nada. Únicamente me indicó que lo siguiera. Salimos de su oficina y nos dirigimos al elevador. Entré tras él, siguiéndolo mansamente. En vez de bajar hacia la calle, introdujo una llave especial que sólo él y unos cuantos más poseían y que les permitía subir a las oficinas que el Sr. Sato ocupaba cuando estaba en la compañía, pues tenía muchas otras empresas y viajaba constantemente. También había un penthouse que le servía de vivienda cuando pasaba mas de un día con nosotros. Pocos habían sido invitados a conocerlo, pero se decía que era todo un lujo. Pues hacia el penthouse nos dirigimos sin que ninguno de los dos hablara.

Al abrirse la puerta, personal de seguridad nos detuvo y debimos registrarnos mientras corroboraban telefónicamente que podíamos pasar. Una vez dentro, un sirviente nos hizo pasar a una espaciosa sala, totalmente decorada al estilo oriental y con una vista impresionante de toda la ciudad. Por un momento me olvidé de mi situación y me relajé con

la increíble vista. Tan embebido estaba que no escuché al Sr. Sato entrar, y cuando me di vuelta lo descubrí mirándome fijamente y con atención. Vestía una bata o kimono negro y sandalias. Siempre lo había visto de traje y corbata, y me sentí extrañamente cohibido en su presencia.

- Sabe porque está aquí?, – preguntó a modo de saludo el Sr. Sato.

- No, señor, – contesté bajando la mirada.

El Sr. Sato miró a Mr. Thomas, y éste contestó por mí.

- Porque no tienes opciones, bruto. Porque estás pendiendo de un hilo y sólo el Sr. Sato puede salvarte.

Asentí en silencio mientras Sato tomaba asiento y con el control remoto encendía una gran pantalla que salió de la nada. En la pantalla apareció la oficina de Mr. Thomas y un gran acercamiento de su verga en toda su majestuosa erección ocupó la pantalla completa. Después pude verme a mí mismo tomando esa larga vara en mi boca, chupándola como un caramelo y trabajándola furiosamente. Sato adelantó la videograbación y allí estaba yo sobre el escritorio mientras me bajaban los pantalones. La cámara nuevamente hizo un gran acercamiento y vi mi culo llenando la pantalla. Debo reconocer que era un culo muy bonito. Nunca me había visto a mí mismo de esa forma. Mis nalgas musculosamente marcadas y abultadas se veían bastante bien. El tiempo dedicado al fútbol y el gimnasio parecían haber dado un buen resultado. Un excelente trasero, sin duda. Entonces las grandes manos de Mr. Thomas entran en la toma y separan mis nalgas. Mi culo peludo y moreno aparece en escena. La vergüenza volvió a mí intempestivamente. Todo el orgullo por mi bonito culo se vino abajo al ver obscenamente mostrada la parte más oculta de mi cuerpo, allí, en la iluminada sala del Sr. Sato. Podía ver hasta el más pequeño detalle de mi ano, abierto y expuesto, rodeado de vello oscuro, en medio de la raja que lo dividía, también poblada de pelos.

- Eso, – explicó Sato -, es lo que puede llegar a salvarte el pellejo.

Tronó los dedos y el sirviente que nos había recibido apareció silenciosamente. Me tomó por el codo y me llevó al interior del penthouse. Antes de salir miré sobre mi hombro y vi a Sato, sentado en la sala mirando la imagen fija de mi ano en la pantalla y a Mr. Thomas de pie a su lado, mirando hacia el enorme ventanal y su majestuosa vista, mientras Sato le acariciaba la entrepierna distraídamente sobre los pantalones, y el bulto de Mr. Thomas se hinchaba por el contacto.

El sirviente me llevó a una lujosa recamara rodeada de espejos. De uno de ellos apareció un enorme guardarropa y el sirviente extrajo una lujosa tela sedosa y de color rojo. Lo extendió sobre la cama y vi que era un kimono. El sirviente empezó a desnudarme. Al principio traté de objetar, pero él ni siquiera parecía entenderme y terminé por rendirme. Lo dejé que me quitara mi traje, ya bastante arrugado a esa hora del día y que me llevara al baño, donde tomé una ducha bastante refrescante y relajante. Al salir, el sirviente me secó, me perfumó y me puso el kimono. Debajo no aceptó dejarme ni los calzones, y ya para entonces, sabía que no iban mas que a estorbarme. Empecé a temer que quisiera maquillarme con esa horrible máscara blanca que había visto usaban las mujeres japonesas, pero afortunadamente no lo hizo.

Ya vestido me regresó a la sala y desapareció. Mr. Thomas y el Sr. Sato tomaban un aperitivo y hablaban sentados en la sala. Noté que la mano de Sato seguía sobre los muslos abiertos de Thomas, y que mientras hablaban, le acariciaba el paquete lánguidamente, como si no se diera cuenta de que lo hacía. Thomas evidentemente estaba excitado, el bulto era muy notorio, pero su cara mostraba la incomodidad de tener que aguantar lo que el japonés le hacía.

Al entrar en la sala, los ojillos de Sato parecieron achicarse aun más mientras me miraba. Vi que alejaba la mano de la entrepierna de Thomas y la llevaba a la suya propia. Como un gato relamiéndose se acarició su paquete sin dejar de mirarme.

- Nuestro invitado está aquí, – dijo dirigiéndose a Mr. Thomas -, hagámosle los honores.

Me indicó que me acercara a él y yo lo hice. De pie, el japonés me llegaba apenas al hombro, mientras que Mr. Thomas me sacaba más de una cabeza. Eran una pareja muy dispareja. El Sr.

Sato, junto a mí, recorrió su mano por mi espalda, bajando hasta mi trasero. Su mano, pequeña y delicada, comenzó a acariciar mis glúteos, mientras Thomas me miraba directamente a los ojos sin tocarme, pero con el bulto de sus pantalones notoriamente hinchado.

- Sácate ya esa verga, Thomas, y que empiece la fiesta.

Mr. Thomas se abrió la bragueta y se sacó el miembro. Estaba duro e hinchado. Su cabeza roja apuntaba hacia arriba, exigiendo atención.

- Mastúrbate, – ordenó Sato.

Mr. Thomas empezó a menearse la verga. Era un hombre serio y trabajador. Verlo allí, de pie en medio de esa sala, con la bragueta abierta y dándole duro a su verga con la mano era algo extraño y excitante al mismo tiempo.

- No olvides los pezones, – añadió Sato -, bien sabes que te encanta que te los pellizquen.

Mr. Thomas se aflojó la corbata y la desanudó. Se quitó el saco y desabotonó su camisa. Su pecho era blanco, con fuertes pectorales y un fino vello rubio le cubría desde el cuello hasta el ombligo. Sus tetillas rosadas estaban erectas y firmes. Volvió a tomar su verga con la derecha, mientras la izquierda acariciaba uno de sus pezones, acariciándolo primero y retorciéndolo con fuerza después.

Tanto Sato como yo no perdíamos detalle de lo que Thomas hacía, y mientras lo hacíamos, la manita inquieta de Sato había entrado bajo el kimono y recorría mis nalgas libremente.

- Esos duros pezoncitos quieren unas cuantas mordiditas -, dijo Sato casi en mi oído.

Yo me incliné sobre el pecho de Mr. Thomas y tomé uno de sus pezones entre mis labios. Mi jefe suspiró de placer contenido y yo descubrí que los pezones masculinos pueden ser algo muy sabroso de morder. Empecé a alternar entre uno y otro, mientras Sato alternaba sus atenciones entre mis nalgas de igual manera. Las acariciaba o pellizcaba según se le antojara y yo lamía o mordía, según Sato me hiciera a mí.

Después de un rato, Sato me ordenó que terminara de desvestir a Mr. Thomas. El enorme gigante rubio pareció muy molesto con esa orden, pero no dijo nada, y permitió que yo terminara de quitarle su camisa y desabrochara sus pantalones. Debajo había un boxer blanco, que también terminé quitándole, así como zapatos y calcetines.

Mr. Thomas estaba desnudo y yo tenía mi kimono. Eso me dio un sentimiento de superioridad. Pero solo fue una sensación momentánea. En cuanto terminé de desnudarlo me ordenaron que me pusiera sobre la mesa de centro a gatas y eso me hizo sentir mucho menos superior que cualquiera en esa sala.

Sato acercó un sillón para que quedara yo a su alcance. Le dijo a Thomas que se pusiera frente a mí para que yo le mamara la verga, lo cual hizo Thomas con evidente placer. Tuve de nuevo su enorme miembro en la boca y comencé a lamerlo y chuparlo sin esperar mas indicaciones.

El Sr. Sato se concentró entonces en mi trasero. Con inusitada lentitud comenzó a subirme el kimono desde atrás, descubriendo mis piernas y muslos con mucha paciencia. Tocaba mi piel conforme esta iba apareciendo y sentí sus dedos apenas rozándome, con un aleteo breve y muy erótico.

Mr. Thomas se acomodó, sin sacar su enorme pito de mi boca y desde esa posición pude mirar la pantalla. Ya no aparecía la imagen fija de mi culo, ahora podía ver justamente la escena que estábamos representando en esa sala. Fue extraño mirarme a mí mismo desde esa perspectiva. Seguramente la cámara estaba detrás del Sr. Sato, porque podía verme de espaldas, sobre la mesa y con el kimono abierto y subido, dejando mi trasero desnudo, y vi a Sato embebido entre mis nalgas, besándolas y sobándolas suavemente. Era extraño sentir y ver al mismo tiempo lo que estaba sintiendo.

- Thomas, – ordenó Sato -, ven aquí y ponte junto al invitado en la misma posición.

A mi jefe no pareció gustarle el cambio, pero retiró su verga de mi boca y se colocó junto a mí como le habían ordenado. Mire hacia la pantalla. La toma era excelente. El culo blanco de mi jefe junto a mi culo moreno y velludo. Dos pares de nalgas, dos pequeñas manos que las recorrían y pronto, dos agujeros asaltados al mismo tiempo por pequeños y duros dedos.

Escuché el gemido de Mr. Thomas cuando Sato le metió un dedo, y al mismo tiempo sentí que me hac&iac

ute;a exactamente lo mismo. La cosa continuó, metiendo mas dedos cada vez, hasta que ambos tuvimos 3 o 4 entrando y saliendo de nuestros anos. La pantalla alternaba acercamientos a mi ano peludo y el ano de Thomas, rosado y apenas rodeado de suave y dorado vello.

- Aprovechen que están así de juntos, – dijo cariñosamente Sato, – dense un buen beso. Quiero verlos.

Yo miré a Mr. Thomas y supe que jamás podríamos hacer eso. El Sr. Sato sacó los dedos de nuestros respectivos culos y nos palmeó las nalgas a los dos, mientras nos gritaba que obedeciéramos.

Mr. Thomas aproximó su boca a la mía y no tuve mas remedio que aceptar su beso. Su lengua hizo contacto con la mía y la cosa se dio mas naturalmente. Me olvidé que era un hombre y que ese hombre era mi jefe y que además de todo me odiaba. Lo besé apasionadamente y él correspondió. Eso pareció gustarle a Sato, porque sentí sus dedos entrarme nuevamente y creo que hizo lo mismo con Thomas.

- Suficiente, – dijo Sato palmeándonos el trasero nuevamente -, ponte de pie Thomas.

Mi jefe obedeció. Sato le pidió que le acercara su maletín y Thomas tomó un pequeño estuche que estaba en el piso. Yo permanecí donde estaba y vi que Sato sacaba del estuche varios dildos de distintos tamaños y formas. Unos eran largos y delgados y otros gruesos y rugosos. Tragué saliva sabiendo lo que seguiría.

11:00 PM

Empezaron con los más pequeños y delgados. No tuve ningún problema para soportarlos. Al principio fue algo incomodo y bastante penoso, pero a esas alturas ya no me importaba nada. Mr. Thomas los engrasaba y se los pasaba a Sato, que me los metía despacio, grabando para la posteridad su lento y sinuoso paseo por mis entrañas. Parecía gustarle verlos desaparecer lentamente en mi cuerpo, y disfrutaba mirando mi cara y los gestos que hacía mientras me penetraban. El tamaño de los dildos fue en aumento, y empecé a temer por la hora en que llegara a los realmente grandes. Afortunadamente, Sato se detuvo antes de eso.

Sato se sentó en la sala nuevamente y le indicó a Thomas que se sentara a su lado. A mí en cambio me dijo que lo hiciera a sus pies, sobre la alfombra, así que me senté allí como si fuera una mascota en vez de un ser humano. El sirviente les trajo a ellos copas de vino helado y a mi nada, y por supuesto no me atreví a pedirle nada. Sato no dejó que la erección de Mr. Thomas disminuyera. En cuanto veía que la enorme verga rubia de mi jefe empezaba a decaer, la acariciaba o me ordenaba que se la mamara. Eso ponía el chile de mi jefe duro nuevamente, manteniendo a Thomas como loco y sin dejarlo tener un orgasmo.

Sato preguntó si no me gustaría beber un poco de vino y yo contesté que sí. Entonces cerró los muslos de Thomas y le dijo que se recostara un poco. Vació su copa de vino helado sobre la caliente y roja verga de mi jefe. Se formó un pequeño charco en su entrepierna, y me ordenó que bebiera. Lamí el vino que escurría de su verga y que empapaba sus huevos y los vellos rubios de su pubis. Mientras yo lamía, Sato retorcía los rosados pezones de mi jefe, logrando que éste gimiera descontrolado. Cuando vio las señales de un próximo orgasmo me ordenó que me detuviera.

Durante todo ese tiempo Sato nunca se desnudó. Siempre llevó puesto su negro kimono y no había mostrado ni la menor parte de su cuerpo.

Al terminar la escena del vino, el Sr. Sato tomó una de las servilletas de lino y me vendó los ojos. Me sentí nervioso y atemorizado. Me tomaron de la mano, uno de cada lado y me llevaron a otra habitación, imagino que su recámara, porque me subieron a una superficie mullida y cómoda que adiviné sería su cama.

Allí, me quitaron mi kimono rojo y ya desnudo me acostaron boca abajo. Mis nalgas fueron separadas y alguien me montó. Mi cuerpo se tensó esperando la inminente penetración. El miembro que empujaba por entrar se sentía duro y caliente, y finalmente entró en mi cuerpo. No hubo el dolor que yo había esperado. El tamaño era bastante pequeño, porque lo sentía igual que los pequeños dildos que ya me habían metido antes y que no me habían lastimado.

Recordé que se decía que los orientales tienen miembros pequeños, así como se comentaba que los negros lo tienen enorme. Di gracias al cielo de que el so

cio mayoritario fuera japonés y no de raza negra. Definitivamente el pene de Sato era pequeño, pero de que estaba duro no había duda. Lo sentía clavarse dentro de mí como si fuera un cuchillo de acero templado. Bombeó con fuerza varios minutos y finalmente se vino dentro de mí. Escuché su aullido de placer e inmediatamente se salió. Rogaba porque ya todo hubiera terminado.

Me quitaron la venda de los ojos. El Sr. Sato estaba sentado en un sillón cerca de la cama, con el kimono puesto. Se veía sudado y con esa mirada plácida que deja un buen y gratificante orgasmo. No me cupo ninguna duda que él era quien me había montado. El porqué no deseaba que yo lo viera desnudo era un misterio y yo no estaba en posición de exigir explicación alguna.

Mr. Thomas seguía tan desnudo como yo, y por lo visto igual de caliente como había estado durante toda la tarde y noche.

- Ok, Thomas, – le indicó Sato, – cójetelo de una buena vez, que me muero por ver ese culo desgarrado por tu gran herramienta

Esta vez Thomas no hizo esfuerzo por hacerme sentir su desdén y su desprecio. Me empujó sobre la cama nuevamente y no me dio tiempo ni de ponerme nervioso. Su verga roja y erecta se posicionó sobre mis nalgas. Hizo algunos movimientos de vaivén entre la raja de mis nalgas, al parecer disfrutando del roce de mis vellos y sin miramiento alguno apuntó a mi agujero y me la metió de un solo golpe.

Si yo hubiera imaginado, al menos la décima parte de lo que iba a sentir, hubiera salido corriendo de esa habitación sin que me hubiera importado ni la amenaza de ir a la cárcel. Ni los dildos, ni la juguetona verga de Sato habían logrado prepararme para la embestida de los 20 cms de Mr. Thomas a todo vapor y de un solo y definitivo empuje.

El dolor no puedo ni describirlo. La sensación de que te abren y te estiran el culo hasta creer que te lo van a reventar y morirás desangrado y desgarrado es algo imposible de narrar. El grito de pánico se me atoró en la garganta y mis manos se crisparon sobre la almohada a la que me agarraba como naufrago en el mar.

Thomas no quería ni le importaba mi bienestar. Me odiaba, y además de poder vengarse de mí, estaba encontrando un placer indescriptible a su larga noche de constante excitación. Sato parecía disfrutar enormemente del espectáculo.

- Eso es, Thomas, rómpele el culo. Enséñale quien manda aquí. Quien es el jefe. Muéstrale lo que le sucede a los traidores y ladrones como él. Que pague por defraudar a nuestra empresa.

Yo no quería saber nada de todo eso. Yo sólo quería que el fierro que me partía en dos saliera de mi cuerpo y me dejara en paz. Pero nada de eso. La verga entraba y salía como un demonio. Sentía las manos grandes y sudorosas sobre mi espalda y los embates de su cadera contra mis nalgas. Sus huevos golpeaban entre mis piernas y el martilleo parecía no tener fin.

Algo dentro de mí se rompió y se abrió como una flor en la noche. Algo que me obligó a abrir las piernas y aflojar las nalgas. Me rendí y ya no luché. Esa verga ya no sería una intrusa en mi cuerpo. Ese algo le daba la bienvenida y parecía querer absorberla y atraparla dentro de mi cuerpo.

Thomas debió sentirlo también, porque sus furiosas embestidas se calmaron un poco. Su verga empezó a deslizarse con mas calma, podía sentir sus hinchados centímetros entrarme uno a uno, notaba las venas de su pene frotando contra las paredes de mi ano y su cabeza casi se salía para volver a abrirse paso justo cuando mi esfínter parecía cerrarse nuevamente. Entramos en un acompasado ritmo que me hizo casi desear que aquello no terminara.

Sato y su mente enferma no parecían disfrutar de la nueva situación. Entre la orgía de sensaciones lo vi salir de la habitación y regresar casi inmediatamente. Traía uno de los dildos que había sacado de su estuche. No era de los que había usado conmigo. Este era de marfil, duro y negro, y el más grande de todos sin duda.

Se aproximó a nosotros. Mi jefe ni cuenta se había dado que Sato había abandonado su silla. Thomas estaba enfrascado en la sensación que mi culo le daba y nada mas le importaba. Sato se aproximó a sus espaldas y acomodó el dildo entre las blancas nalgas de mi jefe. El detuvo sus embestidas cuando sintió algo entre sus nalgas. En esa fracción de segundo Sato le metió el enorm

e dildo de un solo tirón.

Mr. Thomas gritó y su verga se crispó dentro de mí.

- Para que sigas disfrutando, querido Thomas,- le susurró Sato al oído, malévolamente.

Mantuvo el dildo profundamente clavado en el culo de mi jefe y le ordenó continuar. Las lentas y sabrosas embestidas que habíamos llegado a disfrutar se terminaron en ese momento. Mr. Thomas enloqueció. El dildo dentro de su cuerpo pareció convertirlo en un demonio. Empezó a bombear dentro de mí como un enajenado y la sensación dolorosa y estremecedora volvió a partirme el culo por la mitad. Ya no había marcha atrás, y Mr. Thomas continuó cogiéndome como si fuera el último día de nuestras vidas.

Nos venimos en cuestión de pocos minutos, ambos, en una peligrosa mezcla de placer y dolor, que sin que lo supiéramos en ese momento cambiaría nuestras vidas para siempre.

Después de esa noche, conservé mi puesto en la empresa, y saldé mi deuda. O al menos eso creí en aquel momento. Meses después, en una de aquellas visitas esporádicas que nos hacia, fui llamado a la oficina del Sr. Sato, y tristemente comprendí que hay algunas deudas que por mucho que vayas abonando nunca terminas de liquidar.

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Autor: Altair7

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Un puto legal 2


Yo lo admito, como lo admití ante Chrissie: mi trabajo no es el que más me podría auto realizar y todas esas payasadas que lees en Vogue, pero me lo paso como una puta y me pagan mejor de lo que podría imaginar. Tony alababa mis progresos: gracias a mis conocimientos lingüísticos (y no hablo del griego ni del francés) mi lista de clientes se amplió a varios políticos europeos de paso por Madrid, africanos en busca de negocio e incluso algún que otro árabe, turistas acaudalados, mmmmh, me merezco la medalla al mérito ciudadano del Ministerio de Asuntos Exteriores. Chrissie temía que mi trabajo me pudiera perjudicar en el futuro. Starfucker, just like my daddy is, selling his baby. Pero como sigue la canción, mi oficio corre por las venas de mi familia y al fin y al cabo ser abogado es sólo una prostitución legal y financiada por el estado al servicio del dinero más poderoso. Como yo hacía ahora, siendo un puto de lujo. Por si fuera poco, el estado apoyaba mi trabajo al financiar la Iglesia y así promover la insatisfacción sexual del pueblo español.

Chrissie me miraba extrañada tras hacer la comida: -Ahora que han terminado las clases, ¿volverás a León? -No. ¿Volverías tú a Valencia? -Como camarera ahora tengo más trabajo que nunca.

-Pues yo también tengo mi trabajo.

-¿Cuándo lo dejarás?- Chrissie negaba con la cabeza-. Sabes que algún día te acabará manchando.

-Ya me manchan. ¿Has oído hablar de los blow-jobs? -Me refiero a la mierda. Vas a necesitar algún día un buen abogado.

-Llamaré al hijo de puta de mi padre.

Mi padre. Mi primer objeto de deseo y mi primera decepción. Alto, de envergadura (en-verga-dura) tan amplia como la mía, canoso, barbudo. Atractivo. Como para echarle un buen polvo. Si no fuera porque es un cerdo homófobo que me sacó a patadas de la Universidad Católica de Ávila y me echó a Madrid. Bueno, me ha salido bastante rentable en realidad el que me pillara chupándosela al chofer. ¿Esconde un deseo homosexual oculto? Esperaremos a que viaje a Madrid para saberlo.

Llamada de Tony. Un buen perfil. Carles. De origen barcelonés, pero desde 5 años reside en Madrid. 45 años. Profesión: funcionario. La única pega es que me ha alquilado para dos días, y eso (aparte de costarle un pastón) me da mal rollo. ¿Cómo podré aguantar al mismo tío tanto tiempo? ¿Y si es un tarado mental? El rollo positivo es que los catalanes me ponen a mil por hora, con ese acento tan duro, esas vocales abiertas, esos cuerpos mediterráneos morenos, masculinos, velludos& Acepté.

Hora: 16:00. Me había depilado y preparado para todo lo posible, incluso Chrissie me había prestado el spray antivioladores. Me había vestido como Carles me hab la primera vez que hacía un servicio tan largo. Este trabajo no siempre era tan apasionante como pudiera parecer en un principio (sobre todo después del principio que tuve), a pesar de que Tony me había intentado tranquilizar. Según él, lo bueno de los españoles es que a diferencia de los otros clientes europeos, sólo pensábamos en follar y no tendría que darle charleto al kiski en cuestión.

Vázquez de Mella. Escenario de mis correrías adolescentes de finde. Pero ahora era tan sólo un lugar donde quedaba con mis clientes para ir al Ricks o al Long y luego follármelos. Según Tony, Carles llegaría con unos pantalones negros y un polo igualmente negro. Menos mal que no estamos en verano. Llegué un poco antes de las cuatro; me gusta otear el territorio con ventaja, sorprender a los transeúntes antes de que los dedos de la moral pública amenacen con decapitarme. Desde una esquina puedes espiar la siempre escondida insania de tus vecinos. Desde ninguna esquina puedes comprender lo que piensan las personas. Para mi sorpresa, Carles me estaba esperando. Por supuesto que no le conocía, pero sólo un tío vestido de negro como un murciélago que te mira con esa sonrisa de "baby, yo sé quién eres y a ti te gustaría conocerme, je-je-je" podría ser uno de mis apestosos clientes. No, no era el prototipo de hombre mediterráneo ansioso de sexo que estaba esperando. Más bien era el caso del paciente que agu

arda en la consulta del urólogo para que le dé Viagra. El pelo era aceitoso, su boca viscosa y tuve que ocultar mis náuseas. Su cara no era arrugada, sino reseca como la de una salamandra hedionda y humedecía sus labios sin ninguna gracia babeando cual caracol. ¿45 años? Mi bisabuelo conserva mejor aspecto.

Oculté el desagrado, soy un puto feliz. Me aproximé al hombre nauseabundo cuando una mano fuerte, decidida, me detuvo. Me giré.

-¿Quién eres?Ante mí tenía a uno de los hombres más guapos que hubiera conocido. Su cabello estaba cuidadosamente peinado a raya, pero un aire indómito hacía que el pelo no se revelara como la pradera de gomina viscosa de la que tanto hacen gala los pijos, sino que aún conservaba un aire audaz, como su fiera mirada, desgarradora hasta el tuétano más reconfortante. Sus ojos eran marrón oscuro y ligeramente almendrados, de los cuales nacían unas sexys patas de gallo cuando sonreía como ahora. El rostro era duro, pero al sonreír dejaba espacio para un remanso de belleza masculina, morena, la carne era morena y apretada, lo poco que se podía ver a través del polo rojo y los pantalones negros hacía que me mojara como en mucho tiempo no me mojaba. Unas canitas salpicaban su pelo negro de nieve, pero esto sólo le dotaba de una gracia mayor.

-Perdóname- tú debes ser David, ¿no? Yo soy Carles, es que no me he podido cambiar de ropa, menos mal que he adivinado que eras tú.

Yo no podía decir nada, pensar nada, salvo devorar aquellos fuertes muslos embutidos en un pantalón negro de corte chinos.

-¿Eh? Sí, soy David, creí que&- le señaló el contrariado ejemplar de mediocridad.

-¡No, yo soy el auténtico Carles!- se ríe travieso (un tío de 45 años que aún se carcajea como un chaval, esto sí que me pone). El acento catalán es inconfundible en su voz aguda, pero de macho maduro, y me excita. ¿Cómo gemirá el típico "Ah, ah, ah" en la cama? -¡Pues no sabes cuánto me alegras!- río yo también. Él mira al viejales babeante.

-¿Pensaste qué?Asiento, él ríe aún más en respuesta. Se dobla de la r tonterías. Su ceño inquiría: -Eres el chaval más simpático que he encontrado en Madrid. Casi pareces barcelonés.

-Serás tú el que se ha vuelto madrileño- oculté mi amor por la perla del mediterráneo.

¡Vaya pedazo de buga! Un esplendente chryssler voyager SE.

-Ahora mismo, te abro, David- comentó galán mientras abría el maletero.

-Por mí ábreme todo.

-Para eso tendrías que tener algo que jamás hubieran abierto- replicó desabrido Mr Hyde.

Yo que he sido el más chulo de Madrid me sorprendí sumiso y desarmado ante él.

-Era broma, chaval- me da una palmada en el hombro. Joder, parezco un puto crío, que no un crío puto en compañía de este tío. Ojalá no se pase el finde vacilándome porque yo soy un muchacho inocente en el fondo, muy en el fondo.

-¿Y ahora?- no había abierto la boca desde su chanza.

-Ahora nos vamos tú y yo a un pueblecito de la sierra, a refugiarnos en su chimenea, a pasear desnudos, y a& relajarnos, coño, que parece que no se te puede gastar una broma.

-Sí, sí, por supuesto& ya te la devolveré.

-Eso espero. La vida demasiado en serio es un coñazo- entonces sí sonreí.

Puso en marcha el coche y para mi sorpresa sonó en la radio:"I don”t like my country,isn”t fun my city,I wanna live in Tromaville" -¿Te gustan las Killer Barbies? -Me encanta el rock. Cuando era más joven le daba a los Kinks, Led Zeppelín, Frank Zappa, luego Black Sabbath, Los Ramones& ¿Y tú? -Yo soy del grunge: Nirvana, Soundgarden, Radiohead, Smashing Pumpkins, Dover& -¿Dover? -Joder, todos los viejos rockeros sois iguales& -¿A quién llamas viejo?- me toca el sexo suavemente mientras salimos de Madrid. Su mano me acaricia desde la base del pantalón hasta la punta de mi sexo que poco a poco va perdiendo su característica flaccidez hasta que queda duro, enhiesto tras el pantalón. Sus ojos marrones me miran pícaros mientras suspiro de placer en vahídos que exhalo entre temblores hasta que por fin despierto y aprieto los muslos del conductor, muslos fuertes, vigorosos que despiertan en él su sonrisa. Asciendo mi caricia a través de su cara interna cuando me reprende: -Espera, no quier

o que nos matemos.Deja que te toque. ¿Así que te van las hermanas Llanos? -Las hermanas Llanos, no- suspiro porque me soba los huevos con ternura-, que soy gay, pero su música sí.

-Sólo falta que también sean de tu agrado los Linkin Park.

-No, gracias, paso de Backstreet Boys con guitarras.

Él ríe.

-Eso está mejor- abandona mi cuerpo-. Desnúdate. Reclina el asiento y desnúdate, suavemente, deja que el aire acaricie tu cuerpo y te limpie.

-¿Eso es una indirecta referida a mi higiene personal? -Desnúdate. Baja un poco la ventanilla.

-¿Y los demás conductores? -Desnúdate. Deja que el Sol vea esos cueros tuyos. Yo también quiero verte.

Tenía mis reparos, tenía miedo, no sabía quién era él, ni siquiera si era otra broma suya, pero tenía muy claro que como lo volviera a intentar lo iba a pagar muy caro, por muy cliente que fuera. También tenía pudor; yo era puto, pero sabía muy bien lo que me podría acarrear ser sorprendido en esa actitud por nuestros cuerpos (enfermos) del estado. Que para algo soy pre abogado. Y aborrezco el histrionismo del exhibicionista.

-Ten calma, David. Deja que el aire se lo lleve todo. Deja que el Sol te acaricie. Quiero verte- repuso calmado. Adelante, pensé. Es casi como "Lucía y el sexo". Deja que el barro se lo lleve todo. Deja que el Sol te seque y se lleve los malos augu ojos. Humedecía mis labios de delirio y arrojé el cinturón con rabia, por el placer recuperado después de tanta actividad mecánica. Me di cuenta de que Carles giraba su cuello y de que su entrepierna se había alterado ante el enorme sexo que allí había despertado. Me giré hacia él, mis músculos definidos, mi vientre plano seducía a mis vaqueros para que me abandonaran. Con un gesto lento los bajé hasta mis pies y masajeé mis muslos cremosos. Dejé también los vaqueros y me abandoné al placer del viento frío que erizaba mi vello y finalmente me despojé de los bóxer negros, dejándole ver mi perfil perfecto, el pubis oscuro, el sexo protegido, sólo las pelotas emergiendo levemente detrás de los muslos flexionados, mis manos contra las rodillas. Ahora sí me acariciaba con las puntas de los dedos, desorbitado, como para asegurarse de que el calor de mi cuerpo era real.

-Gírate- ordenó.

Sometí mi cuerpo a su voluntad y abrí mi torso, mi pelvis hacia él, mi sexo reposa encima del muslo izquierdo. Después de torcerse hacia un desvío me miró a mí y a mis ojos. Ya no oía la música.

-En verdad eres bello.

-Y tú hermoso.

Me miró intrigado. A mí me salió espontáneo, como agua de torrente, porque cuando lo vi la primera vez lo pensé. Qué hermoso es este hombre, qué hermoso es& -¿Te libero de esa presión?- le pregunto.

-No, quedaría muy ridículo vestido y con mi polla saliendo de los pantalones, como cualquier película porno vulgar.

-No quedaría desnuda& -Ya te encargarías tú de cubrirla con tu boca, ¿no David? Tranquilo, ya me verás. ¿Te parezco hermoso? -Mucho, más de lo que pudiera describir.

Y así era, yo desnudo me sentía mucho más vestido que él. Yo tenía a mi lado el viento y el Sol, tocando cada poro de mi piel. Él sólo tenía mis miradas para cubrirse.

-¿A qué te dedicas?- pregunté para romper el hielo.

-Soy funcionario del Estado.

-¿Qué tipo de funcionario? -OH, nada divertido- sonrió-, estoy relacionado con el banco de España y con ese tipo de negocios. ¿Y tú? Porque no me creo que sólo te dediques a esto.

-¿Por qué crees que me debería dedicar a algo más que a "esto"? ¿Qué te parece que es mi trabajo? -Bueno, no te ofendas, nen. Pero me pareció desde que te vi que tenías algo especial que los otros chicos no tenían. En cuanto a tu trabajo, mejor me callo lo que me parece.

En algo tenía razón. Llevaba tanto tiempo acostándome con tíos que había perdido el norte de mi vida. De querer ser abogado laboralista había pasado a ser un puto.

-Ojalá tengas razón y no lo digas sólo para confundirme. ¿Qué viste en mí de especial? -Eso me lo deberías contar tú. ¿Qué estudias? -La gramática parda- le respondí desde mi observatorio desnudo.

-Creí que como todos estos

chicos, tú también estudiabas& -Y según Tony, yo creía que ésta era tu primera vez con un puto.

-Ah, sí- sonrió-, pero es lo que dicen, dime, ¿qué estudias? -Derecho.

-Mmmh, la profesión del futuro, mejor no me meteré contigo. ¿Quién es Tony? -Mi chulo, ¿no te atendió él? -No, fue una chica rubia, muy joven, se llamaba& -Carla.

-Exacto, gracias.

-¿Por qué gracias? -Por ser suspicaz. Ya veo que vas a ser buen abogado, si algún día necesito tus servicios te llamaré, pero por ahora, requiero otros. Y otra cosa, ja cuarentón de muslos fuertes y culo prieto. Cerró la puerta de su hogar.

-No habrá sirvientes. Espero que no te importe- comentó el gentil.

-Para nada, de hecho odio a los sirvientes metijones, salvo cuando hay que follárselos- sonreí.

-¿Te gusta follar, eh, muchacho?- inquirió sardónico.

-Para eso me has traído aquí.

-Para eso y más. ¡Desnúdate otra vez!Yo le miré sorprendido, más él sonrió: -Vamos a ver de que estás hecho niño. Yo soy el cliente y te quiero ver en bolas- callé, conocía el significado de sus palabras.

-De acuerdo, señor; el gran cliente-picha es el rey y sus órdenes son deseos para mí.

Me desnudé de nuevo, más esta vez decidí que no iba a elaborar mi desnudo. Arrojé el jersey a un mueble de la entrada, tiré a un lado los pantalones y me desprendí de los bóxer, verbigracia.

-¿Más cómodo? -Menos mal que tienes calefacción.

Sabía que a Carles le gustaba lo que contemplaba con tanta fijación, ¿a quién no le molaría un joven veinteañero en la flor de vida, de carne cremosa y de sexo rosado contorneándose en torno suyo? Era un poco más alto que Carles, pero nuestros ojos quedaban casi a la misma altura. Sus ojos marrones, sedientos bebían de mis lagunas verdes y me decían que me quería bajo sus piernas, su sexo contra mi culo, su sexo contra mi boca, su saliva participando de las humedades que albergo en mi boca de fresa, por qué no, último tabú secreto entre tú y yo, besos protagonizados por nuestros labios.

-Tócame.

-¿Qué? -Puedes tocarme si quieres. Pero si comienzas, no puedes parar.

-Mmmh.

-No podrás parar.

Se acerca y comienza a sujetar mi rostro cuando le paro de lleno con mi índice advertidor: -Pero antes el señor deberá desnudarse también.

Carles sonrió.

-Vale.

Me pongo cachondo sólo con su aceptación y espero el espectáculo. Las pocas arrugas que ya posee el rostro de Carles se embellecen con su sonrisa de hombre maduro y experimentado, pero ahora con un matiz pícaro que me cachondea. Levanta el polo rojo de la discordia poco a poco, primero uno de los lados dejándome ver su flanco izquierdo, de vello moreno, de carne masculina y dorada, ahora su flanco derecho y un delicado ombligo como una guinda de topacio. Juguetea con el polo un poco más y riendo lo saca más allá de sus hombros. Su pecho, fuerte y amplio, pero no de muñeca de gimnasio sino de hombre, pezones de vivo color para recordarme su origen mediterráneo, los últimos bermellones abandonan sus cabellos negros tan poblados de canas como el ébano de vetas y observo, admiro, gozo el ser masculino.

-¿Qué tal por ahora, nen? -Siga señor, que se va a ganar una recompensa.

Se quita los zapatos dejando ver unos pies de pescador, más blancos que el resto de su piel, pero delicadamente tallados, con la línea del vello que nace de las piernas propia de los hombres auténticamente velludos. Me mira con suficiencia y comienza a desprenderse de los pantalones estúpidos, ¡fuera todo! Estoy harto de ver esas ropas y quiero verte desnudo. Desabrocha el pantalón y los baja sinuoso sentándose en una silla adyacente. Me muerdo los labios, ¡no lleva ropa interior! Y está de puta madre, sus muslos y pantorrillas son de ese vello negro que me apasiona, su pubis es oscuro, no puedo verle, maldita silla, su vientre sensual, masculino, se da la vuelta y veo el culo más bello del mundo, fuerte, musculoso y alto, el culo de un Apolo maduro, se da la vuelta, su pubis es un intrincado bosque de maleza alabastrina, con cali pasión y yo quería comérmelo. Sus manos contra mi cuello y mis tersas nalgas, las mías en su nuca y abarcando su tripita sexy, daba igual , nos besamos como dos locos, me arrebataban sus morros, su aliento, el sabor

de su boca, de su lengua moviéndose dentro de mí, de mi lengua arrebatando la no-virginidad de su cavidad bucal, nuestra saliva moviéndose al compás de nuestros labios, pequeños besos en mi cuello, mordiscos inocentes en sus labios, disfruté del lóbulo de la oreja, de los mordiscos y de los chupetones. Nuestras pollas se encontraron a punto, mojadas, las cabezas enfrentadas, la suya un poco más grande que la mía, quizás no es la más grande, pero sí la más bonita, se la cojo, te la cogí, Carles mío de mi pollón, y la masturbé porque daba gusto sentir tu precum en mi mano, tu polla candente, tu cipote moreno, me agaché y allí mismo me la introduje como pude en la boca, era grande, lo hice a la fuerza, quizás te molestó, pero pegaste un brinco cuando mi intimidad fue violada y tu picha hizo tope en mi garganta, dolorosa, pero no importaba, chupé tu enorme polla hasta la extenuación, te la saqué y lamí esos huevos, mientras los lamía le sacaba brillo a tu polla que bien lo merecía, tú suspirabas de gozo yo apretaba contra mí tus nalgas para que tu polla me follara la boca más hondo, me encanta tu sabor, salado y picante, tu olor, ese sudor, mi saliva junto a tu precum, yo sintiendo en mi boca como se hincha esa cabeza roja tuya, araño tus nalgas, me la meto hasta donde puedo, me levantaste: -Vamos al salón, mi nen, allí estaremos más cómodos.

Vamos, y por el camino nos vamos magreando, nos pegamos cariñosos tirones de la polla para masturbarnos, aunque nuestras manos también aprisionan nalgas, velludas y morenas las tuyas, lampiñas y cremosas las mías, tú ya metes un dedo por mi ojete, cuando me tiras al sofá y te lanzas luego a por mí, nos besamos y nos masturbamos, polla contra polla, boca contra boca, metes tu polla entre mis muslos y me follas así, mientras yo hago lo mismo contigo, te cojo de esas nalgas duras y te acerco a mí hasta que nuestras pieles se funden, tu lengua penetrándome hasta la médula, cuando te incorporas y dejas caer de rodillas tu enorme polla hasta mí, te sientas a horcajadas encima de mi cuello, dominándome, devoro tu polla en un instante cuando me agarras de los cabellos y la sepultas dentro de mí, si la dejo paso a tus huevos, los chupo, juego con ellos mientras la chupo pausado masajeándola con mi lengua, así, lentamente, introduciendo todo cuanto puedo de ella en mí, dejándola descansar y luego sacando todo su jugo con mis carrillos, porque es tan dulce tu polla, qué bien sabes, tú gimes.

-Muy bien, David, muy bien, mi nen&

Mejor sabes tú, pienso mientras lamo los cojones que te cuelgan y que se pliegan arrugados al pasar mi lengua por ellos, así los abandono por detrás y mientras beso tu pubis velludo y aromatizado dejo caer mis dedos como por casualidad en tu culo y comienzo a palpar ese ojete de mis deseos, estás húmedo y peludo por aquí, amor, tú me adivinas: -Ya veo por donde vas, nen- ríes-, pues toma de esto.

Aún sujetando mi cabeza te incorporas para que chupe tu culo, lo paseas de delante atrás y de detrás adelante, la punta de mi lengua saluda tu entrada, abres y cierras momentáneamente tu esfínter para dejarme catar por unos segundos la miel de tu culo, la aprisionas y saboreo tu ano, te levantas y ahora te sientas mirando a mis pies en mi boca, manejo tu culo a mi voluntad, separo esas nalgas velludas y ahora tengo a mi disposición el objeto de m jugabas con mis cojones, traccionándolos, masajeándolos, hasta que uno de tus dedos adivinó el camino que lleva a mi culo y allí lo sumergiste, yo gemí de placer& -Oh, papito, qué rico me lo haces&

La frase de oro que a todos los maduros les pone como a una moto a ti te hizo estallar; me metiste varios dedos, todos los que podías, escupías en tu mano para lubricarme, hasta que tuve 3 dedos tuyos en mi culo al mismo tiempo que tu boca hacía estragos en mi polla tiesa.

-Joder, Carles, que me corro&- te sacaste mi polla de tu boca: -Ése es el objetivo, nen- me sonreíste rijoso y con una babilla de mi precum resbalando por la comisura de los labios que recogiste con tu lengua-, qué bien sabes, niño.

-De niño, nada- se me escapó.

-Ahora comprendo porque todo estaba tan bueno aquí abajo& era un hombre lo que me estaba comiendo, y no un niño- me miraste enigmático-. En ese caso, pasaré a mayores.

Dicho y hecho tu culo prieto anduvo hasta un mueble de donde sacaste el lubrica

nte.

-¿Quieres jugar a ser un hombre, David?- me abrí de piernas ante él.

-Hazme lo que te dé la gana, Carles. Tú eres el jefe y estoy deseando que me la metas hasta la garganta, hasta que me salga tu leche por las orejas.

-Te voy a follar como nadie lo ha hecho. Acuéstate boca arriba en el suelo y ábrete de piernas, patitas al hombro- dijiste desafiante.

Sí, señor, con la de veces que he deseado encontrarme con un tío así y voy a dejar pasar esta oportunidad. Me miraste divertido: -Casi pareces una mujercita.

-En ese caso más te vale ser hombre y follarme como tal. Vamos, Carlitos, fóllame.

Para qué iba a decir más, te abalanzaste echando un chorro de lubricante en la punta de tu precioso rabo y empujaste como un toro hasta arrebatarme mi culo, lo hiciste tuyo, me dolió al inicio, yo que creía que me dilataba perfectamente fui reparado allá donde fui violado. Sentía tu polla introducirse dentro de mí mientras chillaba y chillaba, no podía más de tanto dolor, pero luego el fuego que hacía mi ano arder se convirtió sólo en placer, puto placer, me sentía como una puta, la más puta de las putas, empalada para gloria oficial de mi macho, Don Carles. Tu polla me taladraba cual brava Black&Decker reconvertida en presto martillo neumático, yo resistía los embates de tan ardiente verga, te echaste encima de mí y en ese momento me comiste los labios, me chupaste el cuello rompiste mi tronco en dos para subirme al cielo con un mordisco a la yugular. Yo exhalaba por mi culo aquellos humores que sólo los hombres follados por hombres pueden impregnar y te pedía: -Más, más, Carles, fóllame más&Me la sacabas y me la volvías a meter de una precisa estocada. Ya no sentía dolor ni nada parecido porque incluso tu gruesa cabeza entraba limpia.

-Uff, que tío más calentito estás hecho, nen& Quédate tumbadito boca arriba- como pude, extasiado te obedecía y reposé mis piernas en el suelo-. Eso es, nen, eso es&

Entonces ocurrió lo mejor del día. Tú, que me habías follado rompiéndome el culo como nadie me lo había roto hasta la fecha prendiste mi polla y te sentaste en ella sin apenas cambiar tu rostro.

-Fóllame nen, ahora. Dame placer anal- tu culo estaba tan caliente y me aprisionaba como si tuvieras manos allí dentro. Tu ojete era tierno, pero fuerte y me excitaba sentir los pelos de tus nalgas contra mis muslos.

-Uff, lo que tú digas&

Carles, te comenzaste a mover como un zorro viejo, macho experimentado en recibir vergazos, arriba y abajo, tu gran polla se abatía con cada movi empezaste a recoger mi leche y bebértela.

-No importa&- qué bien me ha dejado, dos sesiones más con éste y adiós al spa-& si todo estaba muy rico- me abalanzó como un poseso sobre su polla para limpiarla con la lengua. Ñam, ñam.

-Me encantas, David.

-Eres la hostia, Carles.

Tú y yo nos besamos. Durante largo rato no se oyó nada en la sala salvo el beso. No nos movíamos, extáticos, del suelo. Después, pequeños besos, tiernos, sobre el cuello, en las orejas, y de nuevo otro gran beso, en que nos revolvíamos como dos niños que han hallado un tesoro: el otro. Poco a poco, comenzamos a salir del sueño. Tú me pediste: -¿Te importaría dejar la maleta sin deshacer? Quiero verte desnudo todo el rato- huy, qué bien, pensé. Como esto sea recíproco va a haber huelga de pollas caídas.

-Yo haré lo que me pidas& -Quisiera que tú estuvieras a gusto. Si quieres, yo& -¿Tú? -También puedo estar desnudo.

-En ese caso no sé si podré aceptar el dinero- sonreíste, quizás ya me habías seducido.

-Sólo quiero que estemos a gusto.

-Si tú también te desnudas& bueno, sí, qué leches, yo te devoro a ti& -Y yo te como- me besaste muchas veces; perdí la cuenta.

-Joder, Carles, así da gusto trabajar.

-Ya te digo, nen- entonces no comprendí del todo esta frase.

¿Qué les puedo contar de ese fin de semana? Cuando la fortuna sonríe al puto éste olvida pronto su edad de ocaso y su fenecimiento. Algo así me pasó con Carles, pocas veces había estado con un hombre tan bello, pero nunca, oigan, nunca con un hombre como él. Puedes follar como mucho unas cuantas horas al día. Pero el resto no vas a mirar a las musarañas o hablando con voces que s&oac

ute;lo tú oyes. Tú y yo hablábamos de los griegos y entonces, desnudos, escenificábamos, tu pecho contra el mío, sentíamos ambos miembros erectarse en la refriega. No hay un poro mío que tus labios no sienta.

-¿Vas a volver a Barcelona? -Sólo si trabajas también allí. ¿Parlas català? -Pues no, sólo un poco de leonés.

-¿Leonés? -El dialecto de mi tierra.

-¿No eras madrileño? -Los madrileños somos un poco de todos los lados.

Y entonces tú me besabas y chupabas mi pecho. Yo correspondía mordiendo tu cuello moreno, besando tu pecho curtido, cuidando que no se me escapara ni uno solo de los vellos, deleitándome en tus pezones. De pronto éramos un 69 y sentía tu boca succionándome, tu polla invadiendo mi boca, me esfuerzo porque no puedo con ella, me llena la boca y me invade el cuerpo. También damos cuentas de los culos, yo lamo el tuyo, húmedo, incitante y tú devoras el mío, metiéndome varios dedos. Allí, en la cama, frente a un espejo, te tumbo de lado y eres el primero en ser penetrado, levanto uno de tus muslos y empujo mi cabeza contra tu culo, poco a poco mi cipote entra en tu agujero moreno, estás muy caliente allí dentro. Te abro más de piernas y observo tu rostro en el espejo, suspiras de placer y te relames del gusto mientras sobo tu maciza polla. Pronto descabalgo, quiero que me folles y me tumbas boca abajo, me metes poco a poco tu polla para enrabietarme, ¡métemela de una vez! Al fin me la metes hasta la empuñadura y comienzas un ritmo lento más demoledor, que me hace gozar como nunca, eres un maestro en esto de follar. Te sostienes sobre tus brazos, como si hicieras flexiones y admiro esos fuertes músculos que me sostienen, miro a mi lado, al espejo y contemplo ese bamboleo de tus nalgas introduciéndome toda tu verga, tus pelotas quedan f frío, pretendía hacer un chiste más frunciste el ceño.

-Quizás tengas razón- dijiste algo más en catalán, no recuerdo el qué y te marchaste dejándome con el nórdico mientras admirábamos los árboles. ¿Por qué? Deseé tu efigie desnuda caminando por el frío, tus nalgas tersas rojas contra el aire ártico. Te seguí y alcancé justo cuando tu sexo se había empequeñecido.

-¿Qué te pasa?- inquirí, aunque ya presentía la respuesta.

-Nada, mi nen, nada- evitaste mi mirada.

Me aburría y me espantaba el tener que consolarte, lo admito. Tiré el nórdico, estábamos en casa.

-Cuando la gente dice que no le pasa nada, miente.

-No puede pasar nada donde sólo hay nada. Mira cómo se me ha quedado la polla, parece un garbancito- toqué tu sexo helado. Lo abrigué con las manos, como a un pájaro herido. Lo besé hasta que recuperó su calor-. Eso es, mi nen, abraza a mi pájaro, a mi polla. Abrázame a mí.

Te abracé, Estabas muy frío. Recogí el nórdico y te calenté.

-Antes estaba bromeando, Carles. Sí, como dos amantes- te besé y calenté tu cuerpo con el mío-. Tienes razón, catalán.

-Olvídate de eso- me obligaste a recostarme en una alfombra contigo- y fóllame ahora más que nunca.

Tu cuerpo masculino se abrió en dos siguiendo a tus piernas. Apoyé mis hombros en ellas y lentamente introduje mi miembro en seco. Te dolió un poco, pero sonreíste cuando me detuve quieto dentro de ti, mi polla llenándote por completo. Sentía contra mi pecho tu torso velludo, tan fuerte, tan de macho, tus pezones contra los míos, te doblé un poco para besarnos mientras te la metía, te follaba, te hacía el amor. Nuestros huevos se encontraban cuando mi polla hacía tope en tu culo, los pubis juntos, tus manos apretando mis nalgas contra tu pelvis, mis manos acariciando tus muslos, besándonos, tu culo, caliente como nunca, con sus vellos que me hacen cosquillas. Aspiré el olor de tus canas y cuando te miré a los ojos te llené el culo de mi leche, me corrí, tu esfínter estrangulaba mi cabeza al salir, repleto te dejé de mi semen. Te besé tierno, por aquello que me habías dado y porque me apetecía, a qué coños vienen tantas razones.

-Quiero que me folles, Carles- me tendí de espaldas a él y pasé mis dedos por mi ojete-. Sé un buen chico y destroza el coño de este hombre.

-Será un placer. Pero antes, te vendaré los ojos- re

spondiste malévolo.

Acepté. Un pañuelo negro selló mi visión y eso es todo cuanto pude ver. Me encontraba sentado& -¿Dónde estás, Carles?

Una risa a mi espalda fue la única respuesta. De repente, noté cómo abrías mi boca y después tu culo, un poco irritado, pero del cual goteaba un líquido familiar, lo probé tal y como tú querías& mmmh& era mi semen. Ahora saco la lengua y pruebo, consuelo a lengüetazos tu agujerito, cuando de pronto lo abandonas y mi boca se abre violenta para cobijar tu polla. Me coges de la nuca y (presumo que tú estás de pie) me follas por la boca, saliva y precum caen por mi barbilla. Te sales. Me tiras al suelo, opones mis manos a mi espalda y me besas. Noto dos labios, una lengua que chupan mis pezones, algo húmedo recorre mi torso (¿tu lengua o tu polla?), llegas a mi sexo ahora flácido que es acogido por una cavidad húmeda y candente, tu boca, te detienes, elevas mis piernas y me metes un dedo mojado por el culo, paras, me dejas con la miel en los besados al mismo tiempo que me doy cuenta del poderoso olor de tus pelotas mojadas, lo aspiro como el más deseado de los perfumes, mis manos describen los círculos de tus caderas hasta arribar a tus nalgas, las toman de abajo, de los lados y finalmente las separo& un poco arriba& un poco abajo& -¡Te encontré!- exclamo al horadar su agujero masculino y tú ríes.

Mi cabeza por fin se decide a buscar a tu polla, a despecho del dolor de mi garganta al engullirla toda de una tacada. Mis manos bajan más y no encuentran nada. Asustadas, reculan y son tus muslos lo que toco. Te la chupo así, te saboreo, salado y amargo cuando: -Voy a inundarte ese culo de leche.

Me inmovilizas, yo me dejo hacer porque me da tanto morbo someterme a ti. Cuando menos me lo espero levantas mis piernas y las sujetas contra tu propio cuerpo. Mis manos son sujetadas por las tuyas, me he olvidado de tus fuertes brazos, también mmmh, sí, tus axilas también son olorosas, pero me excitan, me encienden, me has abierto de piernas y me estás sujetando por las muñecas, ¿para qué? De pronto tu polla se introduce como una estaca dentro de mí, me la metes toda de una vez, me duele mucho. Siento que tu cuerpo cae sobre mí y aplasta mis piernas. Me la has metido bien hondo, los noto por tus huevos golpeando mis nalgas levantadas. Bien me follas, te desplomas sobre mí y aceleras el ritmo, eres bestial, me estás follando, me besas, me jodes, me enculas como nadie y mientras tu lengua entra en mi boca y se entiende con la mía noto como un torrente de lava espesa hincha mi culo. Te dispones a salir, pero lo impido anudando mis piernas en torno a tu tronco. No hasta que mi culo haya absorbido toda tu lefa. Me siento lleno, y no sólo de tu polla.

-Te quiero- musitas.

-¿Qué? -Nada.

-Mentira.

-Otra más, qué importa.

-Yo también- respondo meloso.

-¿Sí?- contestas animado como un niño y me desatas el pañuelo. Observo tus ojos henchidos de felicidad.

-Sí- respondo pletórico.

-Entonces habrá que celebrarlo, mi nen.

Nos levantamos eufóricos y cogemos dos botellas de champagne de la nevera. Corremos hasta el jacuzzi, húmedos y con los rabos colgando. Nos metemos dentro, un poco de paz. Después nos duchamos. Yo te lavaba y tú me enjabonabas. Una vez que te hube enjuagado te besé los pies, ¿recuerdas, Carles? Entonces recibí la meada en mi cara. Jamás me habían meado, me parecía una cerdada, pero cuando tú lo hiciste me pusiste muy cachondo. Recogía tu pis con mi pecho, mi abdomen, incluso con mi cara, aunque jamás llegó a la boca, después supe que aquello no te hubiera gustado. Me limpiaste con agua: -Lo siento, pero no sé por qué, cuando te he visto allí arrodillado, me has puesto a mil y he sentido que tenía que hacerlo.

-No te preocupes, si me ha gustado.

Nos besamos. Entonces fue cuando tú también te mojaste: te meé encima apuntando con mi polla a tu cara. Te reías y te besé, incluso antes de limpiarnos. Nos la chupamos, de tan cachondos que estábamos.

Así pasaron los dos días, señores, más otros detalles que ignoraré por poco eróticos, aunque muy placenteros igualmente& El domingo los dos estábamos tristes; me acompañaste hasta tu garaje. Allí me esperaba una de las últimas sorpresas: -¿Ves este coche?- me señaló un Golf nuevo-. Es para ti, por los servicios prestados.

-No puedo aceptarlo- mi

padre me enseñó a no aceptar los regalos la primera vez.

-Es para ti. Yo no lo voy a usar, y me sobran coches que luego me arrepiento de haberlos comprado. Anda, cógelo.

-Venga, vale- cogí las llaves había recitado, pero cuyo contenido conocía demasiado bien. Nunca valí para ser un puto profesional. Sólo para puto. Escogí uno de mis discos y lo puse en el coche. Justo en ese momento:Starfucker, just like my daddy is,Selling his baby, yeah.

So gonna strike a deal with him,Make him feel like a Congressman.

Sí, Tori.

(Continuará)Tienen mi correo o si prefieren contratarme: putodelujo (arroba) yahoo.com

Autor: MAJSINGLE82 mabarakin ( arroba ) yahoo.es


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