domingo, 15 de abril de 2012

Papa Oso y Yo


Todo empezó cuando yo llevaba a mi sobrina al colegio todas las tardes para hacerles un favor a mi hermano y mi cuñada ya que ellos trabajaban y no podían por cuestión de tiempo. No tardé mucho en conocer a padres y a madres que todos los días llevaban a sus hijos a la escuela, con los que hablaba aunque fuese del tiempo, aunque normalmente los padres me hablaban de cómo estaban las madres de otros niños a lo que yo respondía haciéndome el macho aunque mis ojos ya estaban fijados en un padre que todas las tardes llevaba a sus dos hijos, los dejaba en la puerta y apenas se paraba a hablar como el resto.
Era un hombre de unos treinta y pocos, bastante fuerte y grande, afeitado a diario, pero se notaba que tenía una barba bastante cerrada y lo que realmente me hacía perder la vista eran unos hermosos pelos que le salían por el cuello de la camiseta.

Lo observaba continuamente tanto que hasta conocía su coche y como por aquel entonces me dedicaba a repartir publicidad por los buzones no tardé en localizar su casa. Una tarde en el colegio lo miraba haciendo correr mi imaginación y de pronto uno de sus niños cruzó la calle sin mirar con la mala suerte que pasaba un coche en ese momento, suerte que yo que como no dejaba de mirar me di cuenta y enseguida pude agarrar al pequeño y evitar un susto. El padre malhumorado corrió para reñirle al niño y de forma escueta me dio las gracias. A partir de ese instante comenzamos a saludarnos y además del hola siempre había una sonrisa, (para nada sospechosa).

Mis fantasías iban cada vez más lejos, me lo imaginaba desnudo con un torso con una pelambrera negra y espesa y un miembro enorme acorde al tamaño de su cuerpo. Un buen día repartiendo publicidad en su calle como de costumbre en su buzón perdía más tiempo e incluso hacía ruido para ver si salía, pues ese día sucedió; se abrió la puerta y apareció él. Me saludó y yo a él, aunque algo nervioso, mis ojos se me iban al cuello del polo al que le faltaban dos botones por abrochar, ese triángulo negro de pelos debajo de su garganta que no podía dejar de mirar. Muy educadamente me volvió a dar las gracias por lo de su hijo y me invitó a entrar a lo que yo lógicamente no me negué aunque no sabía muy bien controlar mi nerviosismo que espero que él no notase. En primer lugar me presenté y él me dijo que se llamaba Francisco y me preguntó si quería tomar algo. Yo no sabía ni que hacer, pero tenía que decir que sí, así que le dije que tomaría un refresco, me invitó a sentarme en el sofá, vino y puso un par de refrescos en la mesa de café junto al sofá. En ese momento se dio cuenta que llevaba el polo con unas manchas enormes, se disculpó y me pidió que me quedara sentado que él iría a cambiarse.

Quedé sentado esperando un momento ya que de inmediato volvió con el torso desnudo mientras se ponía una camiseta limpia. Fue solo un instante, pero suficiente para ver su pecho peludo casi igual que lo había imaginado aunque con alguna cana que otra cosa quedé extrañado dado que solo tenía treinta y pocos. Comenzamos a hablar del colegio y de lo sucedido con su hijo, yo estaba cada vez más nervioso y a la vez excitado lo que me hacía ser cada vez más indiscreto con las miradas. Aprovechaba cada vez que me acomodaba para estar más cerca de él. Intentaba que nuestros antebrazos estuvieran en contacto mientras con los ojos me lo comía entero, cosa que él se daba cuenta y apartaba el brazo.

Sus miradas empezaban a ser sospechosas y en mi cabeza había un montón de dudas, mi silencio denotaba mi nerviosismo así que opté por alejar mi brazo y no hacer algo que tuviera que arrepentirme. Fue entonces cuando él sin previo aviso me cogió la mano y mirándome directamente a los ojos me preguntó: ¿Que es lo que quieres? Mis nervios estaban a reventar no sabía que decir, menos mal que tomó la iniciativa y me besó en la boca, fue ahí cuando me olvidé de mis nervios y directamente mi mano se fue a su pecho, quería sentir esa mata de pelos que le cubría su pecho musculoso aunque fuese por encima de la camiseta.

Francisco enseguida se quitó la camiseta y me puso el trabajo más fácil, dejando a la vista una inmensa pelambrera de pelos negros y algún que otro que se acercaban al gris. Continuó besándome como un loco, metía su lengua en mi boca y apenas me dejaba respirar. Fue ahí cuando fui a quitarme mi camiseta y él me detuvo diciendo: -Vamos a mi habitación que hoy estoy solo y nadie nos podrá molestar.

Le seguí hasta la habitación y una vez allí me empecé a quitar la ropa quedándome en calzoncillos que por cierto no podían disimular el gran bulto que había debajo dado que estaba muy cachondo, él hizo lo mismo. Yo le observaba y miraba su calzoncillo a punto de estallar, era un bulto muy grande, yo quería tenerlo en mi boca y sin darle tiempo a más me arrodillé y empecé a chupar su calzoncillo que enseguida se quitó para meterme su rabo en la boca. Una polla enorme y eso que estaba semi erecta, su pubis era tan peludo como el resto de su cuerpo, su pene no tardó en alcanzar su firmeza máxima dentro de mi boca, con una mano iba bajándole el prepucio mientras con la otra le acariciaba su pecho lleno de vello rizado y mi boca le saboreaba todo el nardo.

 Él empujaba y un par de veces tuve que sacármela de la boca para alternar con mi lengua, era un pene enorme y disfrutaba frotando mis labios con el borde de su capullo. Tuvo que pedirme que lo dejara, así que levanté mi cabeza y comencé a besarlo, Francisco retiro su boca y comenzó a besarme mis pezones que aunque no tanto como los suyos, son bastante peludos. Fue bajando rápidamente y agachándose hasta arrancarme el calzoncillo y coger mi nabo que no dudó en metérselo en la boca, cosa que me extrañó ya que creía que apenas tendría experiencia con hombres, empezó a chupármela como un experto aunque poco rato ya que me tiró a la cama y se abalanzó sobre mí como un oso salvaje con un inmenso y tupido montón de pelos que lo cubría.

Empezó besándome, pero poco a poco con su boca fue siguiendo la trayectoria de los pelos de mi pecho dirección a mi polla la cual solo lamió y empezó a comerse mis huevos aunque Francisco no era eso lo que quería en ese momento. Me levantó las piernas y alcanzó con su lengua mi culo y comenzó a lamerlo provocando en mí un enorme placer al rozarme con ese mentón áspero debido a su barba de no haberse afeitado esa mañana.

Poco a poco empezaba a meterme sus dedos gordos como la polla de cualquier jovenzuelo, nada comparable a la suya, una polla gorda y digna de un oso tan fuerte como era este. Mi culo cada vez estaba más relajado y finalmente consiguió su propósito; me metió su enorme tranca sin que yo apenas sintiese molestia alguna, empezó a moverse y ahí fue cuando grité de dolor y le pedí que parase, muy obediente se disculpó y se dispuso a sacarla a lo que le paré y le dije que la dejase dentro para que mi esfínter se acostumbrase a su rabo.

Nos mirábamos con cara de placer mientras acariciaba su pecho lobo y observaba las gotas de sudor que caían por su frente pidiéndole entonces que continuase.

Tal vez no fue suficiente tiempo porque todavía me dolía, pero era mucho placer el que sentía por lo que me daba igual el dolor que en unas cuantas sacudidas se calmó ayudado del placer de gozar al ser penetrado por ese hombre tan macho al que no podía dejar de admirar su fornido pecho osuno. No quería que esa satisfacción acabase nunca, pero Francisco estaba a punto de correrse y prefirió sacar su pene poco a poco para alargar un poco más el momento. Hacía calor y el sudor nos envolvía y teníamos que recuperar la respiración que era bastante agitada después de la follada que me había metido.

Tumbados magreándonos fue cuando ese hombre con esa espesa pelambrera se tumbó boca abajo y me pidió que lo penetrara, quería sentirme dentro de él como yo lo había hecho antes.
Mi verga estaba destrepada por lo que comencé a pajearme mientras humedecía su agujero que estaba a la vista ya que él con sus manos separaba sus nalgas, ya con mi miembro preparado abrí su ano peludo para meterle mi instrumento que entró sin problemas aunque por el aullido de mi compañero, tuvo que hacerle daño, le pregunté que si seguía me contestó que no parase y así lo hice, le metí la polla hasta dentro, le aplasté mis pelotas contra su culo, él separó sus piernas facilitando la penetración.

 Observaba su espalda musculada escuchando sus gemidos de placer, pero estaba deseando que se pusiese a cuatro patas para poder acariciar su torso de macho así que se lo ordené el cual obedeció sin rechistar. Me estaba follando al gran oso que llevaba meses observando como llevaba a sus crías al colegio. Mi mano no paraba de frotar su pecho excitado al tener tanto pelo entre mis dedos.

No me quedaba mucho así que la saqué, le di la vuelta y le comencé a comer la polla que ya estaba casi muerta, mientras yo intentaba no tocarme la mía para así poder esperar y corrernos juntos cosa que no conseguí así que sin más, retorciéndome de placer me corrí en su tripa peluda, pocas gotas le llegaron a tocar ya que yo no guardaba mucho semen en mis huevos, pero Francisco al verme se excitó todavía más. Yo me tumbé a su lado y le pedí que hiciese lo mismo pues a mí una buena corrida encima me encanta y esta no tardaría; un gemido que se escuchó por toda la casa me avisó de que empezaría a escupir, y así fue escupió tal cantidad de semen que me llenó todo mi pecho al tiempo que yo lo extendía por mi torso velludo. Quedamos en la cama un buen rato mientras comentábamos lo bueno que había sido y yo que no me quise quedar con la duda le pregunté si era la primera vez que lo hacía con un hombre, me respondió que no, pero que desde que se había casado no había querido volver a probar. Tanto tiempo sin hacerlo le había hecho olvidar lo placentero que era, así que era tarea mía hacerle recordar.

Espero que os haya gustado para cualquier cosa me podéis escribir.

Autor: bcn-noi bcn-noi25 (arroba) hotmail.com




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