domingo, 26 de febrero de 2012

Mi Compañero de Celda

Mi nuevo compañero de celda se llamaba Rafael y apenas habíamos cruzado un par de frases desde que le habían traído a primera hora de la tarde. Era un tío muy grande, de más de 100 kilos, con un aspecto muy rudo y cara de pocos amigos. Era moreno y tenía un bigote oscuro que le daban un aspecto todavía más fiero. No me dijo porque le habían llevado allí, que crimen había cometido y tampoco me interesaba. Tendría unos 40 años, como yo.

Se pasó casi toda la tarde tumbado en su camastro, dándome la espalda. Su espalda y su culo eran enormes, descomunales diría yo. Además hacía mucho calor aquel atardecer de verano y su camisa y pantalón estaban cada vez más empapados por el sudor. Aunque no me daba mucha conversación, por lo menos me estaba alegrando la vista y poniéndome muy cachondo, pensando en lo que haría con su culo si lo pusiera a mi alcance. No parecía estar dormido, ya que seguro que un tío como aquel, con un corpachón como el que gastaba, debería roncar como un animal en ese caso.

Yo le miraba fijamente y sin poder aguantar la erección, me saqué la polla fuera y empecé a meneármela con suavidad, como si quisiera hacerme una paja a cámara lenta, disfrutando de la visión su cuerpo sudado.

Así estuvimos durante una media hora, sin que nada ni nadie rompiera el silencio. Hasta que Rafael se dio la vuelta y pude ver su cuerpo iluminado por la luz. Tenía una mano en la entrepierna, jugueteando con los huevos y, para mi contento, vi que tenía la polla totalmente empalmada.

Me paré a mirar su forma de meneársela: con la derecha se acariciaba los cojones peludos y la izquierda se deslizaba polla arriba, polla abajo. Suspiró levemente, aunque sus suspiros resonaron sonoros en la penumbra de la celda.

- Te da gusto, ¿eh?.- le pregunté, mientras seguía con mis maniobras manuales sin ningún recato.

- ¿Qué si me da...? ¡Joder, sí! Sí...Llevo una pila de días sin descargar...

Siguió meneándosela la polla dura, y gimiendo tanto que pensé que se iba a vaciar en un periquete. El tío me ponía cachondo de verdad, y yo estaba dispuesto a dejarme hacer lo que él quisiera, hasta que me diera por culo. Mi devaneo mental con él acabó cuando escuché de nuevo su grave voz:

- ¿Julio? ¿Te llamabas así, no?

- Sí.- respondí meneándomela un poco más deprisa y sintiendo como se me ponían duros los cojones.

- Yo .... me supongo que no soy un tío raro ...

- ¿Qué quieres decir?

- Quiero decir que...bueno, que me gustaría ver tu polla más de cerca. Me parece que es enorme. ¿Te molesta?

- ¡Claro que no! ¡Venga, adelante!

Aparté la mano y me tumbé en el camastro, abriendo bien las piernas, con el cañón apuntando al techo.

Rafa se levantó, se sentó a mi lado y, muy despacio, acercó una mano. Primero me rozó la piel con las yemas de sus dedos, después suspiró al comprobar que no abarcaba la polla con ellos. Entonces, me la agarró con las dos manos y empezó a moverlas arriba y abajo. En la gloria, estaba yo...

- ¡Joder, tronco! .- exclamó.- ¡Nunca he visto nada igual! Parece la polla de un caballo...

Solté una carcajada ante su ocurrencia y acerqué mis labios a los suyos para besarlo apasionadamente. El me atrapó la lengua con sus dientes y empezamos a morrearnos con fuerza, como dos desesperados hambrientos.

Cuando nos separamos nos miramos a los ojos y nos sonreímos con complicidad. No sabía si los guardianes no estarían al loro y nos oirían, aunque la verdad es que me la soplaba. Me lo iba a hacer con aquel semental pasara lo que pasara.

Casi sin articular palabra alguna nos desnudamos completamente. Rafa tenía un cuerpo hermoso, curtido por el sol. Su pecho era tan grande como su espalda y su culo y estaba cubierto por una espesa capa de pelo oscuro. Pero lo mejor lo tenía entre las piernas. Si yo podía presumir de pollón, mi nuevo amante no se quedaba atrás, con un grueso pedazo de carne circuncidado, que apuntaba desafiante al techo.

Allí estábamos los dos, resoplando como toros y sudando, restregándonos cuerpo a cuerpo, metiéndonos mano por todas las partes. Pechos, ombligos, orejas, sobacos, culos, pollas y cojones. Nos lo estuvimos chupando, lamiendo y relamiendo todo hasta que Rafa levantó la cabeza y me miró, con los ojos brillando de lujuria.

- ¡Joder, Julio! Tienes un cacho tarugo que no me cabe en la boca.

- No eres el primero que me lo dice. No te preocupes, así ya está bien

- Pero quiero que te corras, y no me conformo sólo con hacerte un pajote.

- ¿Qué quieres decir?.- pregunté, esperando que dijera las palabras mágicas que siempre me ha gustado tanto oír.

- Quiero...lo que quiero es que me folles.

Sentía algo de verdad especial por él. No sé bien el qué. Total, no hacía ni cuatro horas que le había conocido. De lo que sí estaba seguro es de que no quería hacerle daño con mi pollón. Había cantidad de tíos en la galería que me pedían que me los tirara, pero cuando a empezaba a meterles el capullo entre las nalgas, enseguida cambiaban de idea y se cerraban de piernas.

- ¿Estás seguro?

-¡Sí!

- Pero no tengo ni gota de crema. No tengo ganas de hacerte daño, ni de que lo pases mal.

-Venga, macho, mójatela bien toda con saliva. Cuando la tengas bien empapada, yo ya estaré preparado.

Rafa se tumbó boca abajo, con la polla al borde del camastro y se abrió bien de piernas, ofreciendo su fabuloso y peludo trasero. Le cogí el tobillo izquierdo y fui a por el otro, con el cañón ya listo para acertar en la diana velluda que me esperaba entre sus nalgas. Giró la cabeza y miró como le atacaba. Llevaba pintados en la cara el temor y el placer.

Le volví a dar otra oportunidad de pensárselo bien:

- ¿Estás seguro de que quieres que siga?

- ¡Sí! ¡venga, date prisa, cabronazo, o me voy a correr sólo con mirar ese pedazo de polla que tienes!

Me escupí en la palma de la mano media de docena de veces, echando maldiciones porque tenía la garganta más seca que el esparto, hasta que por fin conseguí tener bien empapado la punta de mi rabo. Me escupí en el capullo y puse el punto de mira en el apretado ojete rosado que me ofrecía aquel animal.

Apoyé la verga en el culo de mi compañero de celda y éste estiró sus enormes manos hacia atrás y se separó las nalgas todo lo que pudo para abrirme bien el camino. Cuando empujó con las caderas hacia mi entrepierna supe que aquel mastodonte sabía lo que se hacía, y que no era la primera vez que lo hacía...

Empujé suavemente hacia delante y guié mi polla, hasta que vi que el capullo desparecía en su interior. Rafa se separó todavía un poco más los cachetes del culo y me pidió que se la metiera entera. Sin creerme lo que estaba pasando, me dejé caer encima de su enorme espalda y se la clavé hasta las pelotas. En mi vida, sólo había dado con un par de tíos capaces de tragarse mi polla entera. Pero Rafa era especial, su culo era resbaladizo pero prieto, y sentí que su ojete, experto, iba como estrangulando a mi polla a medida que se la iba metiendo, desde el capullo hasta que mis cojones hicieron tope contra su culo.

- ¿Te hago daño?.- Le pregunté. Más que respirar bufaba. El gustazo que me estaba dando era increíble y me dio miedo a correrme antes de tiempo.

- ¡Muévete, tío! ¡Métemela toda! Pero no te corras, aguanta todo lo que puedas. Haz que esto dure...Nunca he estado más de puta madre.


Estuvimos follando más de una hora. A pesar de que su cuerpo era muy grande y podía parecer algo torpe, Rafa se ponía en cualquier postura para recibir mi polla. Encima, debajo, de lado...probamos todas las posturas imaginables. Se la metía y se la sacaba sin parar, teniendo siempre su culo a mi entera merced, hasta que por fin no pude aguantarme más:

- Me voy...No puedo más...Me voy a correr.- gemí.

- Espera un poco. Quiero ver la cara que pones cuando te corres.

Se tumbó boca arriba, se abrió bien de piernas y colocó sus talones sobre mis hombros. Yo estaba de rodilla en la cama y agarrado a sus caderas para poder metersela bien hondo, que era lo que me pedía.

Se sacudía como un poseso mientras mi pollón entraba y salía de su culo, empapado y rojo, al mismo tiempo que se le meneaba con furor. La cabeza se me quedó en blanco cuando sentí la presión que me iba subiendo polla arriba y me corrí como un potro salvaje dentro de su culo.

-¡Así, cabrón! ¡Fóllame así! ¡Dame tu leche caliente!.- gritó

- ¡Tómala!.- grité yo también, dándome ya igual que nos estuviera oyendo los otros presos o los guardias.

Solté chorro tras chorro dentro de aquel cráter caliente y sentí como mi pecho se empapaba con los lechazos espesos que manaron de la polla de Rafael.

Caí hecho polvo encima de su corpachón. Nunca me había sentido los cojones tan bien exprimidos. Empecé a sacarle la polla del culo, pero Rafa dio un bote y me pidió que se la dejara allí metida un ratito más.

Así, relajados y empapados en sudor, nos quedamos dormidos, con mi polla todavía dura metida en su culo. Apenas cabíamos en el estrecho camastro, pero al estar tan unidos ocupábamos bastante menos.

Cuando por fin el amanecer empezó a colarse por la ventana, oí un cuchicheo de Rafael que rompió el silencio:

- ¿Julio?

- ¿Sí?.- respondí adormilado

- Por mí nos pueden tener aquí hasta que se harten. Nunca en mi puta vida lo había pasado tan bien.

- Ni yo.- confesé, aunque tenía bien claro que no quería estar encerrado en aquel cuchitril más tiempo del necesario.

- Lo que tenemos que hacer es pedir que nos condenen a cadena perpetua.- bromeó.

- O fugarnos, y buscar un chabolo sin vecinos en la que quepa una cama más grande...



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